En la tierra de los «kiwis»

maría conde PONTEVEDRA / LA VOZ

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María Rial se estableció en Nueva Zelanda en el inicio del milenio

24 mar 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

María Rial Grangel dio la bienvenida al nuevo milenio doce horas antes que su familia y sus amigos en Pontevedra. Lo hizo en Auckland, la ciudad más grande de Nueva Zelanda, a donde llegó a finales del año 1999 con su entonces novio y ahora marido, Adam Vietri, al que había conocido en Londres. En la capital británica había recalado años antes para estudiar inglés y formarse profesionalmente. «También quería ver mundo y para empezar, Londres no estaba nada mal». «Aunque tengo que decir que Adam me engañó para venir aquí-señala-, porque dijo que Nueva Zelanda era subtropical. Así que llegué con la maleta llena de bikinis y pareos, pero la primera semana tuve que ir de tiendas a comprar jerseys y chaquetas...».

Auckland tiene millón y medio de habitantes y está al norte de la isla norte de Nueva Zelanda (en la que también está la capital, Wellington). «El paisaje es similar a Galicia -cuenta María-, pero más verde. Más bosques, más árboles y sobre todo, más ovejas (cuarenta y tres millones de ovejas en todo el país, aproximadamente doce ovejas por habitante)». El clima es templado, y cuando llueve «arrecia». «La isla sur es diferente -agrega-. El clima es de montaña y allí se rodó la trilogía de El señor de los anillos y ahora El hobbit».

En la ciudad, María y Adam residen con sus dos hijos, Luca y Oliver, en una casa a pocos minutos de las playas. «Lo bueno de vivir en Nueva Zelanda es que se vive en casa con jardín, tipo chalé -explica-. Hay muchísimo espacio, muchos parques, y los patios de todos los colegios públicos tienen campos de césped donde los niños pueden practicar deportes».

En primavera y verano, niños y mayores van a esos parques descalzos, también en las guarderías por la amplitud de sus jardines. «No sé si será por tradición maorí -dice-. A mí me parecía sucio y extraño al principio, pero ahora llevo las toallas húmedas en el coche y les limpio los pies antes de entrar en casa. En su defensa he de decir que los parques son de césped, así que no se ensucian demasiado. Por cierto, el calzado nacional es la chancla, de todos los colores y a todas las edades».

Otro plus a la hora de formar una familia en el país de las Antípodas es el nivel académico. «Los colegios de Nueva Zelanda están en el top cinco del informe Pisa -explica la pontevedresa-. Las escuelas están equipadas con pantallas de diseño mac, notebooks digitales y demás recursos para que los niños desarrollen sus conocimientos en la era digital. Por ejemplo, mi hijo mayor, de seis años, tiene su propio blog y allí sube sus trabajos del colegio todas las semanas».

En Auckland, María ha creado una empresa con dos actividades no relacionadas. Una es una agencia on line de cursos de idiomas en el extranjero (www.tasmanenglish.com) y la otra una distribuidora de productos nutracéuticos gallegos. «Trabajo desde mi oficina a tiempo partido, ya que a las tres de la tarde recojo a los niños del colegio -cuenta-. Mi horario es fantástico y ya somos un equipo de cuatro personas ¡Y creciendo!».

Otro aspecto que le apasiona de su ciudad de adopción es «lo cosmpolita» que es Auckland. «Por ejemplo, en mi calle mis vecinos son galeses, ingleses, hindúes, sudafricanos, coreanos y neozelandeses -señala-. Ir de cena es un placer porque hay restaurantes de todos los sitios y es imposible aburrirse de la oferta gastronómica».

«Algo que ejemplifica la honestidad de los nativos y que me impresionó -agrega- es la honesty box (caja de la honestidad). Cuando pasas por el campo, verás en las entradas de las granjas puestos con productos de la tierra: bolsas de frutas, verduras, huevos, quesos... Y al lado, una caja de madera con una ranura para introducir el dinero que consideres que vale el producto que te vas a llevar».

De momento, no se plantean el regreso a España. «Quizá cuando nuestros hijos sean mayores -dice-. Creo que hay que saborear el presente y por ahora está en el hemisferio sur».