«En este bar no hay clientes, son amigos»

Ana F. Cuba SAN SADURNIÑO

ORTIGUEIRA

CESAR TOIMIL

Pasó del cuerpo de suboficiales de la Armada a regentar el café Marcial, en Bardaos, y lo convirtió en el centro de «la movida rural», desde Ortigueira a Doso o Cedeira

01 mar 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

El cierre del café bar Marcial ha dejado muchos huérfanos. El primero, Manuel Cobelo Sanjurjo (Bardaos-San Sadurniño, 60 años), que lo alquiló hace cinco años y lo convirtió «en el centro de la movida rural, desde Ortigueira a Doso, O Trece o Cedeira». Él no quería retirarse: «No me gustaría morir en la plaza como los toreros, pero mi idea era aguantar un poco más; soy un vejete pero me considero muy joven, rodeado de niños y niñas de 16 a 30 y pico años, gente sanísima». Los dueños del local, el único de la parroquia de Bardaos, han decidido cerrarlo y la de ayer fue la última noche de fiesta en el Marcial. Los clientes -«en este bar no hay, son amigos», repite- también sienten el desamparo, después de tantos días y tantas noches de risas y confidencias al pie de la barra.

«Este bar ha hecho milagros. Estamos en una aldea de muy poca gente, rodeados de campos y vacas [cuando alguien echa purín nos acordamos de toda su familia (risas)] y un sábado o un domingo se juntan 60 personas tomando tapas y vinos, y por las noches, tantos jóvenes como en una fiesta de aldea, escuchando música y tomando cubatas», relata. Militar en la reserva (del cuerpo de suboficiales de la Armada) se hizo hostelero por aburrimiento. «Con un retiro tan temprano... Me gustaba el contacto de la gente y pensé ‘por qué no coger el bar y darle vida a la parroquia’». Y sin pretenderlo se convirtió en el «líder» de Bardaos.

«Con botas de faena o de traje»

Su hermano, «y confidente», Carlos, «el alma del San Pipote», le animó. «Con tan buena suerte que el que pasó un domingo a tomar los vinos volvió todos los domingos, y el que vino a tomar una copa un sábado, volvió todos los sábados». Manuel ha sabido integrar a todo el mundo: «Los mayores están hasta las diez o las once de la noche y después se convierte casi en un pub, con el mismo vejete y el mismo ambiente, de copas a la aldea». Sin distinciones, «ni rico ni pobre, con botas de faena o con traje». Y a precios asequibles para «los estudiantes que salen con los 50 eurillos que les da el abuelo» y los obreros, «que por aquí no cobran los sueldos de Endesa». Lo suyo con el Marcial «fue como un flechazo de verano», resume.

La clausura del negocio deja otras dos damnificadas, las camareras, una a jornada completa y otra el fin de semana: «Son mis niñas, de una calidad humana extraordinaria, y muy buen trato». Ellas tiraron de sus amigos y estos de los suyos, se corrió la voz y el bar, pequeño, pintado de azul claro y devoto de San Pipote, como evidencia una fotografía de César Galdo, se llenó desde el primer día. «Somos una familia».

Las tapas del «cocinillas»

Ayudaron las tapas del fin de semana, obra del «cocinillas»: Churrasco recién hecho en la barbacoa artesana, paellas de cinco kilos de arroz, callos o fabada. Todo «regalado». El penúltimo sábado tiraron la casa por la ventana, con una vieira por cliente. «Que aquí no hay clientes, son amigos», reitera. Tal vez eso explique la popularidad del Marcial. «El trato es personal, he hecho un equipo muy bueno y todos nos hemos sentido amigos desde el primer día. Soy papá pitufo y cuando vienen los niños los confieso a todos, es un ambiente tan bueno que los padres de los menores están tranquilos, saben que los vamos a cuidar, y me lo dicen».

En estos cinco años, Mano, como le llaman los más jóvenes, abrió cada día, hasta el de Año Nuevo. «El trabajo es duro si estás con las moscas y algún pesado, pero yo he vivido una hostelería tan sana que cuando me voy, si la niña [camarera] necesita algo del almacén le da las llaves al primero que encuentra, se lo coge y no falta nada». El Marcial tenía algo de otro tiempo: «Aún funciona eso de invitar a las 15 personas de la barra, es de película... Por eso tuvimos éxito, tapa rica, se pasa bien, el boca a boca y cada vez hay más familia...». A todos les da las gracias por haberle acompañado en este viaje.