Maratón vital y tranquilidad
Cristina, de origen salvadoreño, y su marido, Otto, suizo-alemán, recalaron en este rincón de Ortegal hace solo seis años. «El maratón de nuestra vida ya lo corrimos y ahora queremos un poco de tranquilidad», resume esta mujer, que lleva cuatro décadas entre Europa -ha residido en Alemania y en Grecia- y los países árabes. Otto, quien sugirió la idea de establecerse en Sixto tras un viaje turístico, asiente. Después de una vida de «mucho ruido», por su trabajo de ingeniero mecánico en el metro de Stuttgart, agradece la paz.
«Somos buena gente, no hay rencillas. A lo que pudo existir antaño, yo le llamo cabreos de un cuarto de hora», resume Pepe, que pasó 38 años en la ciudad herculina, pero siempre añoró sus raíces y ahora dispone incluso de una bodeguilla con lareira y dos terrazas M, «musicales o mitineras», aclara. Su hermano Andrés, de 74 años, recuerda la aldea bulliciosa de su juventud y se alegra de que aún quede gente, nada menos que de cuatro nacionalidades. David, cariñés de 21 años, ha sido el último en asentarse en Sixto, junto a sus padres. «Lo mejor es la calidad de vida y la gente. En el pueblo todos te miran y nadie te ayuda, aquí te saludan todos y de buena fe», ensalza el Schumacher local, el mote que cita Cristina. «Al mes y medio de estar aquí ya tenía trabajo, de camarero», relata, muy contento por la mudanza.