José Permuy: «Cada vez viene más gente joven que quiere tapizar los muebles de sus padres o abuelos»

BEATRIZ ANTÓN FERROL / LA VOZ

NEDA

José Permuy, en su taller de trabajo.
José Permuy, en su taller de trabajo. José Pardo

Aprendió el oficio en el taller de su tío Eugenio, en Ferrol, y lleva ya casi 40 años dando nueva vida a sofás y sillones con maneras de artesano: «Aquí todo se hace a mano»

10 feb 2023 . Actualizado a las 20:51 h.

José Ángel Permuy Fernández (Neda, 1966) lleva casi cuarenta años moviéndose entre telas, maderas, grapadoras y máquinas de coser. Cuenta que a los 17 años no conocía más oficio que el que cada día contemplaban sus ojos en la granja familiar de su «aldea», San Pedro de Ancos, pero su tío le abrió las puertas de su taller de tapicería y allí encontró su vocación. «Cuando llegué no sabía hacer nada, al principio solo deshacía sofás, pero poco a poco fui cogiendo experiencia y mi tío vio que no se me daba mal. Él era muy perfeccionista y exigente, pero ahora se lo agradezco, porque gracias a eso aprendí las bases del éxito de este negocio: ser un buen profesional y tener seriedad con los plazos que se dan», comenta el responsable de JPF Tapicería Eugenio, un clásico del sector artesanal ferrolano que en este 2023 cumple nada más y nada menos de 45 años.

José cuenta que su tío aprendió el oficio junto a maestros de la comarca ferrolana y A Coruña, entre ellos el famoso Antolín López Núñez, uno de los mejores ebanistas de la zona. Y en el año 1978 decidió volar por su cuenta y fundó Tapicería Eugenio, que primero funcionó en la calle Rubalcava y hace casi tres décadas dio el salto a la calle Navegantes de Canido, donde ahora es José quien lleva las riendas del negocio en solitario. «Mi tío se jubiló hace once años y entonces me quedé yo al frente de todo esto. No le quise cambiar el nombre porque el taller ya era muy conocido y tenía su clientela, así que solo le añadí mis iniciales, JPF. Por eso hay mucha gente que se cree que mi nombre es Eugenio y me llama así», comenta entre risas.

José cuenta que hay muchas cosas que han cambiado en estos años, pero otras siguen exactamente igual. «Aquí todo se hace a mano, de forma artesanal, como se hacía hace cuarenta años. Yo trabajo con la grapadora, la máquina de coser y mis manos, eso es todo», resume.

Sus clientes acuden en busca de calidad en el oficio, telas «imposibles de superar en relación calidad-precio» y el interés por recuperar sofás, sillas o sillones antiguos apreciados por sus buenas hechuras o algún vínculo sentimental. «Con el aumento del gusto por lo vintage, cada vez viene más gente joven que quiere tapizar los muebles antiguos que les dejan como herencia de sus padres o abuelos», advierte.

Aunque los trabajos para dar nueva vida a estos muebles con muchos años de historia a sus espaldas representan su principal nicho de negocio, José también fabrica sofás y sillones a la carta en colaboración con un carpintero experimentado. «Él se encarga de hacer el armazón de madera, mientras que yo me ocupo del trabajo con el resto de los materiales: las cinchas, la tela y la espuma», comenta.

José considera que hacerse un sofá a medida siempre es una buena opción, porque «en primer lugar, lo haces a tu gusto, y además, te aseguras que la estructura va a ser toda de madera, y no casi todo de contrachapado, como la mayoría de los que salen hoy en día de fábrica», expone. Y entre comprar uno nuevo o tapizar otro antiguo y de buena calidad, tampoco lo duda: «Si tienes un sofá que te gusta, es cómodo y tiene una buena estructura de madera, pero ya se ve viejo, siempre compensa más tapizarlo que comprar uno nuevo».

Interiores de vehículos

Además de todo ese trabajo con muebles, José también hace muchos tapizados de interiores de clásicos de la automoción —a bote pronto le vienen a la cabeza los que hizo en un Seat 127, un Seiscientos o un Golf descapotable—, pero también de coches más modernos que simplemente necesitan una tela nueva para sacarse años de encima.

Todos ellos son trabajos que conllevan mucha paciencia y dedicación. «Lo que tiene este trabajo es que hay que echarle muchas horas. Yo vengo aquí a primera hora y hasta las diez de la noche no me marcho», comenta José, a quien por suerte no le faltan faena ni en encargos en su agenda. «Estoy dando cita para junio, porque hasta mayo ya lo tengo todo ocupado», señala.

El sueño de José sería que alguien continuase con el negocio cuando a él le llegue la hora de la jubilación, pero cuenta que resulta complicadísimo encontrar a jóvenes con formación y experiencia y «tampoco nos dan ayuda para que nosotros los formemos». Él es uno de los pocos tapiceros que quedan en activo en la zona. Y mucho se teme que en pocos años quedarán todavía menos. «A los compañeros que se van jubilando no les queda más remedio que cerrar el negocio, porque, como ocurre con la mayoría de los trabajos artesanales, no encuentran relevo generacional para darles continuidad. Habría que promocionar más el oficio y ofrecer formación a los jóvenes».