«Narcoventanas» en Recimil: Droga al alcance de menores con solo un golpe de nudillos

Bea Abelairas
Bea abelairas FERROL

FERROL CIUDAD

Imagen de archivo de la comisaría de Ferrol-Narón
Imagen de archivo de la comisaría de Ferrol-Narón JOSE PARDO

Estos puntos de venta de estupefacientes despachan hachís y marihuana a partir de cinco euros

26 mar 2024 . Actualizado a las 11:32 h.

La policía nacional de Ferrol está dedicando muchos agentes y esfuerzos al control de la venta de drogas en el entorno de colegios. Les preocupan, en especial, las narcoventanas de Recimil. Son casas en la planta baja desde las que se dispensan pequeñas cantidades de hachís o marihuana a partir de cinco euros y cualquier hora del día. Los menores solo golpean con los nudillos en los cristales, pagan y se van con la bolsita de estupefacientes.

Fuentes policiales reconocen que, al menos, hay cuatro o cinco puntos que operan de este modo. Acaban de desarticular uno de ellos, que estaba atendido por un hombre de 90 años. El pasado viernes se celebró el juicio por esta causa en la que también están acusadas su hija y la novia de esta.

Los policías aseguran que vieron como los tres se asomaban a la ventana para dispensar drogas a los jóvenes a media mañana, en la hora del recreo, o tras las clases por la tarde. El problema es que solo pudieron interceptar a los compradores (e incautarles las dosis) cuando les había atendido el nonagenario.

El operativo para desarticular este punto de droga es complejo e implica a muchos agentes. Los hay vestidos de paisano apostados ante la vivienda y dotados de medios para captar imágenes de la operación, que se realiza en plena calle y de día. Ellos alertan a otros agentes, de incógnito, que siguen a los menores y a su vez van dando la posición exacta a policías uniformados, que son los encargados de hablar con los jóvenes en la calle, interrogarles y lograr que confiesen lo que han hecho. Acto seguido alertan a sus padres.

Uno de los casos que más les impresionó fue el de una adolescente con apariencia muy joven. Su madre acudió a hacerse cargo, pero unos días más tarde volvieron a fotografiarla ante una narcoventana surtiéndose de drogas. Poco después, le daban el alto cuando se reunía con el resto de la pandilla en la plaza de Sevilla.

«La pena es que no podemos adjuntar como pruebas de venta a menores otros muchos seguimientos que hemos realizado, porque se metían en un coche o se escondían en portales», confesó en el juicio uno de los agentes que más horas estuvo apostado ante una narcoventana. Este trapicheo es tan común que cuando estaban en pleno registro de una de estas viviendas se acercaron otros menores a la ventana y llegaron a pedir droga a los propios policías.