Juzgado un nonagenario de Ferrol por vender droga desde su ventana: «La pensión es muy pequeña, no llega»

Bea Abelairas
Bea Abelairas FERROL

FERROL CIUDAD

Imagen de archivo de una patrulla del Cuerpo Nacional de Policía de Ferrol-Narón
Imagen de archivo de una patrulla del Cuerpo Nacional de Policía de Ferrol-Narón JOSE PARDO

La policía vigiló la casa, en Recimil, y constató que se comercializaba hachís a menores; en el banquillo de los acusados se sentaron también la hija del hombre y la novia de esta

26 mar 2024 . Actualizado a las 12:29 h.

Un nonagenario, su hija y la novia de esta se sentaron este viernes en el banquillo de los acusados del juzgado de lo Penal 1 de Ferrol. La policía nacional les imputa un delito de narcotráfico con el agravante de que gran parte de sus clientes eran menores de edad. Alumnos de los institutos y colegios que rodean el barrio de Recimil.

El acusado no tuvo reparos en reconocer que trapicheaba con lo que podía para sacarse un sueldo extra. «¿Usted vendía cannabis?», le preguntó en repetidas ocasiones la fiscala, a lo que el hombre repitió primero que «vendía canarios» y después que «canarios y chocolate: un gramo por cinco euros y dos por diez, pero yo no era un vendedor nato, yo vendía para poder sacar algo de comer, porque la pensión es muy pequeña, no llega».

Este vecino de Recimil relató que se pasaba el día sentando ante la ventana para charlar con los vecinos y atender a los clientes. Lo que no quiso reconocer es que muchos de los que se acercaban a su alféizar eran niños, como descubrió la policía en los numerosos seguimientos que realizó en esta casa de la planta baja de un bloque de edificios. Los agentes comenzaron a investigar el caso a raíz de la denuncia de los propios padres de los centros educativos de la zona la primavera del año pasado. «Ya en los primeros seguimientos nos alertó la gran cantidad de menores que se acercaban a la casa para comprar algo, por eso iniciamos un operativo más amplio», detalló uno de los policías que declaró en el juicio, que quedó visto para sentencia.

La fiscala pide penas de prisión que superan los cuatro años y una multa de casi 4.000 euros para los tres acusados, porque considera un delito muy grave el de distribuir drogas entre menores de edad. Sin embargo, solo el nonagenario se atribuyó el delito de narcotráfico: tanto su hija como su pareja aseguraron que no sabían lo que pasaba en la casa y que creían que solo se vendían canarios a través de la ventana.

A la fiscala no le cuadraban las cuentas de la casa: solo dos de sus moradores ingresaban pensiones discretas (de 600 euros el nonagenario y de 400 una de las acusadas). Algo que no podía explicar, a su entender, la gran cantidad de billetes (al menos 36 de 50 euros) que encontraron los agentes en el registro de la vivienda. Los tres encausados explicaron que este dinero lo habían ganado jugando a la ruleta, ya que las dos mujeres son muy aficionadas (una incluso se definió como ludópata) y la jornada anterior al registro policial habían cobrado un premio importante.

Sobre las gran cantidad de bolsitas dispuestas con las dosis similares a las que se dispensaban por la ventana aseguraron que eran para consumo propio de los moradores de la vivienda: «Yo se las daba a mi hija y a su pareja para que fumasen, al igual que algo de dinero, pero ellas nunca estaban en casa», adujo el hombre para exculpar a su familia. La policía encontró una lámpara para el cultivo de marihuana, que el hombre aseguró estaba estropeada, al igual que una pistola de aire comprimido y una balanza, que sí reconoció que usaba.

En pleno registro un joven llamó a la ventana y pidió marihuana a un policía

Media docena de agentes testificaron en el juzgado de lo Penal número 1 por un caso en el que se implicaron especialmente, porque se percataron desde el primer momento de que desde la ventana de esa vivienda de Recimil se vendía droga a adolescentes: «En uno de los primeros operativos vimos salir a una chica que parecía a una niña. De hecho, así se la describí a los compañeros que estaban alertados para identificarla», precisó uno de los agentes sobre una menor a la que interceptaron dos veces comprando droga.

La policía estableció dos operativos de vigilancia de incógnito: uno ante la ventana y otro que seguía a los menores por la calle. Este último alertaba a la patrulla uniformada que interceptaba a los adolescentes y que conseguía que les confesasen que venían de comprar hachís. A unos los localizaron en la plaza de Sevilla y a otros en pleno recreo.

El trasiego era tan constante que incluso la jornada de abril en la que estaban realizando el registro de la casa un chaval golpeó con los nudillos la ventana y le pidió a un policía diez euros de marihuana: «No vio el chaleco que llevaba, pero está claro que iban a diario», digo el agente.