Homenaje a Juan el gitano y a su coche

Noelia Silvosa
Noelia Silvosa FERROL / LA VOZ

FERROL CIUDAD

La familia Conchado, muy conocida en Ferrol, conserva intacto en una gran urna acristalada el Mercedes de su difunto, muerto hace once años

22 mar 2015 . Actualizado a las 01:51 h.

Juan el gitano sigue vivo. Su rastro se respira en cada rincón de su casa, repleta de las huellas que todavía marcan el camino de su estirpe. Once años después de su muerte sigue siendo la viga que sostiene a los Conchado, la familia gitana más conocida de Ferrol. Visitando su hogar, a uno le parece que Juan va a entrar en cualquier momento para arrancar con su Mercedes blanco. El mismo que le llevó a la muerte aquel día en que su corazón dejó de latir, rompiendo en pedazos el de su familia. Hasta el último aliento de su vida expiró con el rugido de ese motor que le llevó hasta el Hospital Arquitecto Marcide. Pero a sus 52 años, un infarto impidió que volviese por su propio pie.

Desde entonces nadie volvió a tocar ese Mercedes, símbolo de su existencia. Ahora preside intacto la entrada de su casa dentro de una gigantesca urna de cristal, como esperando a que su dueño vuelva a buscarlo. Sobre él, una copa de alguno de los partidos de fútbol que compartía con sus hijos y sus nietos. Y delante, unas flores que le honran como el primer día. «Hoy me gustaría dedicarle unas palabras», decía Amparo este jueves con relación a la celebración del día del padre. Se trata de una de sus hijas, pero no es una más. Encarna la figura de su progenitor, e inspira casi el mismo respeto en su entorno. «Lo echamos mucho de menos, por mucho tiempo que pase», asegura entre lágrimas. Sobre cuál era el valor que presidía su vida, ella responde instantáneamente: la familia. «Comíamos todos juntos, y siempre le pedía a los hijos que no riñeran con sus nueras. Quería que los matrimonios nos llevásemos bien. Se entendía bien con los payos», recuerda. Pero los Conchado están seguros de que Juan todavía les ve. Su cuarto es un altar lleno de fotos, un refugio donde no está admitida la presencia de extraños. Allí es donde vuelcan todo su sentir.: «Ríes, lloras, hablas... creemos con toda seguridad que él nos protege», afirma Amparo. Los nietos que vinieron a este mundo después de que él lo abandonase van a su panteón del cementerio de Catabois para besar su estatua a tamaño real. Los más pequeños saben que su abuelo era Juan y que desde el cielo puede ver su Mercedes.