La incesante agonía del edificio intergeneracional de Caranza

FERROL

CESAR TOIMIL

El inmueble de Telleiras, propiedad de la Xunta, arrastra fallos de obra y acoge a vecinos morosos que alteran la convivencia

09 abr 2018 . Actualizado a las 08:12 h.

No hay una taquilla en el portal, pero es como entrar en la casa del terror. De arriba a abajo, por todos los costados, el estado del edificio intergeneracional de Caranza es espeluznante. Desde fuera, en la calle Fonte da Greza, el inmueble es, de largo, el más moderno de Telleiras. Sin embargo, todo cambia en el interior. Un andamio colocado sin sentido entre el segundo y el tercero es la joya de la corona, pero los problemas vienen de más arriba.

Un tejado mal ejecutado de base convierte aquello en una piscina cada vez que llueve. Por eso, los vecinos fueron colocando con pinzas falsos techos de plástico y llenan la zona de cubos cuando hace falta. Además, las paredes tienen humedades, los zócalos se caen y a los rellanos les faltan baldosas. Dantesco. En casas como la de Manuel Campos (82 años) hay igualmente plaquetas desprendidas. «Estaba na cama e escoitei como se levantaban», rememora. En otras no se pueden abrir las ventanas. Y faltan zonas de lavandería prometidas.

Por si fuera poco, allí dentro también adolecen problemas de convivencia. En la madrugada del viernes al sábado se produjo un incendio en el 3.º H, una vivienda que Ramón, un propietario que aparece cada mucho, había alquilado en negro por segunda vez. Y no es lo único, porque entre doce y quince vecinos no pagan las facturas comunes. «Aquí todo tipo de personas y aguantamos de todo. La Xunta nos tiene abandonados desde el principio», comenta Santi Dasantes (39 años), que vive con su pareja en el 2.º C. «Si no es por un incendio, es porque se nos cae el techo encima, pero siempre hay algo», lamenta María José Suárez (67 años), del 3.º I. 

CESAR TOIMIL

Casi cuatro años de espera

Lo cierto es que el edificio ya era protagonista de noticias negativas antes de tener residentes. Empezó a construirse en el 2007 y se acabó en junio del 2009. Sin embargo, no fue hasta el celebrado 2 de abril del 2013 cuando se entregaron las llaves.

Se llamó intergeneracional para incentivar la convivencia entre mayores de 60 y menores de 35. Ahora hay vecinos en 37 de las 43 viviendas. Pagan unos 85 euros de media de alquiler por unos 50 metros cuadrados. A mayores, 47 de comunidad, aunque para algunos es mucho más. Con ese dinero pagan, entre otras cosas, el gasoil para la caldera central, pero al haber morosos, les toca a más a cada uno. Por ello, han llegado a estar hasta diez días sin calefacción ni agua caliente.

«A veces nos vemos todos en el pasillo de madrugada porque se tapan los canalones y empieza a entrar el agua. Nos ponemos a llenar baldes para sacarla», cuenta María Nazly González (60 años), del 3.º K. Ella y los demás recibieron ayer bajo uno de esos plásticos a Mapi Venancio, la presidenta de la Asociación de Vecinos de Caranza, que conoce de sobra la situación.

«Lleva muchísimos años arrastrando problemas y vicios de construcción», señala. El primer defecto que se encontró, cuenta, fue el tejado, pero la empresa a la que se adjudicó la obra, la ejecutó mal y la Xunta le rescindió el contrato. El Instituto Galego de Vivenda e Solo reinició el proceso de contratación que ahora está pendiente de licitar, con el fin de que otra compañía haga la actuación.

Por otro lado, Mapi deja claro que no todos los morosos están en la misma situación. Los hay que tienen mucha cara, pero también algunos que están en un momento económico límite. «Un acuerdo de la Xunta era que no iba a desahuciar a ningún residente por impagos, pero sí lo debería hacer si generan problemas de convivencia». Por el momento, no obstante, el organismo autonómico no ha echado a nadie. Solamente la presión vecinal espantó a los dos okupas que provocaron el incendio. En toda la zona de esa vivienda siguen las ventanas abiertas y los restos de hollín. Una atracción más para esta casa del terror.