Talbot 150 GT2: un clásico económico con aires deportivos

Por Por Alejandro Mínguez

MOTOR ON

Santi M. Amil

La publicidad de la época anunciaba un coche confortable y silencioso que alcanzaba los 160 kilómetros por hora con comodidad y presumía de un mantenimiento reducido con gran equipamiento. Fue de los últimos Talbot antes de la desaparición de la marca de origen inglés

21 sep 2021 . Actualizado a las 11:03 h.

El Talbot 150 GT2 es un clásico de dos volúmenes con aires deportivos y sello español que se ve muy poco por las carreteras o en concentraciones. Se anunciaba como un coche con gran potencia y bajo consumo que tenía un gran equipamiento incluyendo de serie elevalunas automáticos y dirección asistida. Montaba encendido electrónico y toma de diagnóstico. Confortable y silencioso, presentaba cinco velocidades heredadas del Citroën CX que permitían alcanzar 160 kilómetros por hora con total seguridad, según la publicidad de la época y un mantenimiento reducido. La casa presumía de un consumo de 6,3 litros a los 100 kilómetros. Sus orígenes se remontan a 1975, año de la presentación comercial de la primera serie del Chrysler 150, aunque en España sería dos años más tarde, que fue la base del 150 GT2. Un modelo que tuvo diferentes denominaciones comerciales en pocos años en función del país de comercialización y por el cambio de propiedad de las marcas. Chrysler Europa con Simca acabó bajo Peugeot con denominación Talbot. Extendió su producción hasta 1985 y no tuvo sucesor. Con este modelo y su sedán, el Solara, murió Talbot, marca originalmente británica que había nacido en 1903.

La unidad de Iago Lorenzo Castiñeiras, de Castrelo de Miño, Ourense, se encuentra en estado de museo pese a su uso como segundo coche en los últimos años. Es completamente original, salvo las llantas, que cambió las multirradio de serie por unas más a su gusto. Incorporó también luces amarillas en los focos como montaban los coches franceses de la época, emulando los Simca con procedencia común. La vida de Iago Lorenzo gira en torno a las cuatro ruedas y, aunque se define «Alfista y Lancista», por el amor que profesa a las marcas italianas, reconoce su predilección también por todo aquello que tiene algo que ver con el ourensano Eduardo Barreiros, el «Henry Ford gallego», por lo que atesora varias unidades de Simca 1.200 y Talbot Solara. Reconoce tener pocas experiencias con el Talbot 150 GT2, ya que lo cambió hace menos de un año, pero tiene claro que es de los coches que se quedan en su colección, «este no lo vendo». Por cambio de proyecto está dispuesto a deshacerse de varios Lancias: un Thema Turbo 16 válvulas o un curioso cupé Gamma, incluso un Simca 1.200 break, pero el Talbot 150 GT2 es un capricho que no está dispuesto a vender. Llevaba diez años detrás de este coche, reconoce.

Se trata de una unidad matriculada en A Coruña en 1982 en el concesionario oficial, por parte de un vecino que tenía otro vehículo más pequeño para desplazarse por la ciudad y el Talbot solo lo utilizaba para desplazamientos largos. Tras el fallecimiento del propietario, la familia se deshizo del coche en el 2008 y fue a parar a manos de un aficionado a los clásicos de A Coruña con 65.000 kilómetros reales. Iago Lorenzo conoció en el 2010 a este segundo propietario y, tras más de diez años de amistad y deseando el coche, hace solo unos meses se intercambiaron dos unidades muy queridas por ellos, un Simca 1.200 GLS Confort y el Talbot 150 GT2, con el compromiso de no deshacerse de ellas que, caso de ser así, volverían al propietario original.

El 150 GT2 gris «Futura» es una serie especial fabricada en Villaverde, Madrid, en las instalaciones que fundó Barreiros e incluye una tapicería deportiva especial a rayas «Picadilly» y la característica franja lateral exterior con la denominación en la parte trasera de la carrocería. Tiene un motor de cuatro cilindros basado en el Simca 1.200, pero mejorado hasta los 1.6 litros con 90 caballos de potencia, que lo convierten en un coche raro y escaso, que en la actualidad tiene 178.000 kilómetros. Presenta un frontal con faros antiniebla de serie y destacan los retrovisores a ambos lados. Es un coche fiable, con nervio, que circula con las mismas prestaciones que uno nuevo, explica Iago Lorenzo, orgulloso de esta rareza de cuatro ruedas que estaba por encima de sus competidores de la época, como el R-18 o el Seat 131.