Ya no queremos el burro grande...

MOTOR ON

14 ene 2018 . Actualizado a las 10:16 h.

Hemos pasado un año en el que, como les habíamos venido contando todos los meses en este ON Motor, se perciben cambios en el mundo del automóvil, cambios que tal vez anuncian una nueva era. Cambiamos del diésel a la gasolina, tal vez como un paso previo hacia los híbridos o los eléctricos del futuro. Y cambiamos de la propiedad, de aquel deseo de tener un coche propio a los dieciocho años, que nos cautivaba a los que éramos jóvenes en los 80 o 90, a una despreocupación en este siglo XXI, en el que a los jóvenes les interesa más la videoconsola o el móvil de última generación y a los adultos les conviene más usar el coche de empresa, los que pueden, o alquilarlo por rénting, los que quieren.

Solo hay que bajarse por la A-6 para comprobar como, allende la Puerta de Hierro, los madrileños ya desdeñan el coche propio cautivados por esos cochecitos eléctricos que, aparcados en cualquier esquina de la capital, se ofrecen a hacerle al conductor un servicio por minutos o por horas, previo pago con el móvil. Es el futuro de la automoción, dicen algunos. ¿Para qué quiero comprar un coche, si tengo uno «de usar y tirar» como si fuera un Kleenex?

En España se vendieron el pasado año 1.234.931 coches nuevos. A pulmón, sin respiración asistida de planes gubernamentales de ayuda a la compra, como en años anteriores. Bueno, tal vez con algo de oxígeno en forma de automatriculaciones, pero de eso ha habido siempre. Estamos ya en la velocidad de crucero para un país como España, que no puede aspirar a más de 1,3 o 1,4 millones de coches al año. Y más con los salarios que se están pagando a los que se incorporan al mercado de trabajo actualmente.

Por eso tal vez asistimos también a otro cambio radical en el concepto del automóvil, el del sentimiento estatutario que daba hace tan solo unos años tener un coche más grande o más lujoso. La última crisis hizo desaparecer casi completamente la venta de modelos de lujo, e incluso los deportivos. El país lo pasaba mal y no estaba bien visto salir en la berlina de importación de cinco metros revestida en cuero.

Por eso comprobamos como el pasado año, de ese millón doscientos y pico mil coches vendidos en total, solo menos de 12.000 fueron berlinas de tamaño grande o segmento de lujo. Casi desaparecen del mapa.

Hace dos décadas apenas, mientras en Europa triunfaban los familiares y los monovolúmenes, en España seguíamos queriendo coches de tres cuerpos, con maletero grande y separado, que, tal vez por cierto complejo que sería digno de analizar, nos hacían sentir más importantes. Ahora los que levantan expectación son los SUV de tamaño medio y los urbanos pequeñitos, fáciles de aparcar y muy equipados a nivel tecnológico. Mola lo mini, lo «cool» son las pantallas y no los grandes maleteros. Hay quien dice que a los jóvenes ya les es indiferente el automóvil, que no les importa siquiera que en el futuro los coches se conduzcan de forma autónoma. Hasta ahí puede llegar la próxima revolución, esta misma que hoy les apuntamos desde la constancia de que cada día somos menos los que queremos un «burro grande» aparcado a la puerta...

la opinión de

JUAN ARES