La cultura «bio», al poder

EXTRA VOZ

MARCOS MÍGUEZ

Una mayor preocupación por la salud, el gusto por lo auténtico y la fuerza que lo ha convertido en tendencia están detrás del crecimiento en Galicia de un sector que ya no se restringe a la alimentación

22 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

La demanda de lo bio es una tendencia que se une a una mayor preocupación por el consumo responsable, la salud y la recuperación de los conceptos artesanal o natural como valores al alza. Así se demostró en la reciente celebración de BioCultura Madrid, la gran feria ecológica del sur de Europa, que este año batió récords con casi 800 expositores, veinte de ellos gallegos, y más de 70.000 visitantes, que demuestran el auge de un sector que inicialmente se dio a conocer gracias a la producción de alimentos ecológicos y que ahora se extiende a gran cantidad de campos, desde la cosmética, al textil, a la joyería, la bioconstrucción, las energías renovables o a la hospedería rural, entre otros. Frente a la crisis experimentada en los mercados de los productos convencionales, lo ecológico registra un crecimiento exponencial en los últimos años, aunque difícil de cuantificar por su diversificación y porque no existen parámetros exactos en todos los sectores que permitan agruparlos bajo una denominación común.

En donde sí existe regulación es en la alimentación, ya que los términos eco, bio o orgánico están restringidos a productos alimentarios que estén certificados como ecológicos y también es allí en donde las cifras corroboran lo que se aprecia en las calles de las ciudades gallegas, con el crecimiento de tiendas especializadas y de la distribución de cestas de la compra directamente al consumidor por parte de cooperativas y productores. 

Crecimiento de un 20 %

Los datos que maneja el Consello Regulador da Agricultura Ecolóxica de Galicia (Craega) es que si bien, durante el 2014, la superficie inscrita para la producción de agricultura ecológica, 15.233,1 hectáreas, se redujo en un 2,79?%, el número de productores en los últimos 17 años ha crecido un 5,93 % y el de elaboradores, importadores y comercializadores en un 12,03?%. Eso se ha traducido en que el año pasado se incrementase en un 20,48 % el volumen de ventas certificadas en ecológico, hasta alcanzar los 31,2 millones de euros, gracias, sobre todo, al tirón de los productos lácteos, piensos y alimentación animal, carne y derivados, conservas de pescado, huevos y los productos de recogida silvestre.

Javier García, secretario de Craega, llama la atención, sin embargo, sobre el hecho de que estas cifras se deben en gran medida a la demanda externa, ya que la mitad de los alimentos ecológicos producidos en Galicia se exportan. «Nós facemos promoción a colexios, grupos de consumidores e tamén queremos que as empresas galegas vendan máis, pero a metade da súa produción vai para fóra porque aquí aínda costa aprecialo e pagar», apunta y, a continuación, puntualiza que sigue resultándole extraño que «valoren máis en Alemaña o produto galego certificado do que o fan aquí».

En este sentido, muestra su malestar porque denominaciones como «artesano, natural ou da casa», en artículos sin etiqueta, sigan generando confianza en el consumidor frente a productos certificados, como los ecológicos, que ofrecen más garantías, una cuestión que relaciona con el importante peso que sigue teniendo nuestra vinculación con el rural. «Tivemos un crecemento sostido dun 20 % anual nos últimos catro anos e este ano se cadra se chega aos 40 millóns de euros de facturación ecolóxica en Galicia e as 20.000 hectáreas», destaca y cifra el consumo per cápita en la comunidad en alrededor del 2 ?%, En este sentido, remarca que hay que irse al extranjero, a países como Austria, Dinamarca, los países nórdicos, Alemania o Francia, por ejemplo, para encontrar consumos por encima del 10 %. 

Para conocer qué mueve a los consumidores, Craega promovió un segundo barómetro sobre la Percepción e consumo de alimentos ecolóxicos en Galicia en el que se señala como principal motivación de los compradores para adquirir este tipo de productos el intentar llevar una vida más saludable, evitar los tratados con pesticidas o fertilizantes y también la curiosidad que generan, que puede estar asociada a que es un consumo que está de moda en estos momentos. 

Las encuestas revelaron que son compradores fieles, ya que en un 75,4?% mantienen el consumo de este tipo de productos y un 20,8 % incluso lo aumentó, también que los consumidores señalan como principales puntos negativos los precios y la dificultad de encontrarlos. En este sentido, el secretario de Craega reconoce que si bien tiene un gran peso del sector lácteo y cárnico en el mercado ecológico gallego, se considera que «temos un sector de horta certificado moi feble, só 100 hectáreas, pese a que temos boas aptitudes nas zonas costeiras para facer horta».

«Hai moito consumidor de ecolóxico que son vexetarianos ou que optan pola dieta ovolactovexetariana», remarca y que demandan este tipo de productos, que actualmente se sirven importando de otras comunidades.

Quien sí se dedica a productos de huerta es uno de los participantes en la pasada edición de la feria Biocultura, Juan Antonio Estévez, cabeza visible de la empresa familiar que comercializa la marca de conservas ourensana Terra de Baronceli. En su caso comenzó con el estudio de la agricultura ecológica como afición, para pasar a ser productor para terceros y posteriormente montar un negocio familiar que se centra en el envasado de patés y mermeladas vegetales y con el que presume de ser los únicos «en Galicia que facemos pementos de Oímbra asados, asámolos en leña de carballo e pelámolos a man», explica. Su padre emigró «porque non lle gustaba o campo» y él, en cambio, comenzó en 1999 a certificar como ecológicas las fincas familiares que le han permitido crear un negocio del que dice que prima la artesanía y del que se siente orgulloso porque afirma que se dedican a lo que les gusta y tienen la satisfacción de que «temos sempre a produción vendida».

Helados ecológicos

Quienes también hicieron contactos en Madrid, porque ese tipo de ferias sirven de escaparate y para ampliar los canales de distribución, fueron Broder Fernández-Obanza y Antonio Gómez. En su caso, optaron por un producto poco explotado para abrirse camino en el sector ecológico y con unos precios competitivos frente al producto tradicional, al mismo tiempo que apuestan por productores locales como suministradores de materia prima. «Desarrollamos xeados para potenciar tamén a produción doutros produtores ecolóxicos», explica Fernández-Obanza, a la vez que cifra en un 80 % las materias primas que adquieren bajo la premisa de kilómetro 0, un porcentaje igual al de la producción que venden fuera de Galicia.

La etiqueta ecológica no tiene porqué restar parámetros empresariales al negocio y remarca que su crecimiento se basa en que son extremadamente eficientes en la produción a la par que restringen los márgenes sin perder de vista su objetivo: «Convertir el helado en un alimento sano y equilibrado», según puntualiza Antonio Gómez, al mismo tiempo que acercan este productos a los veganos y a las personas con algún tipo de intolerancia.

Por su parte, Isaac Romero, de Coiraxe y que admite sentirse satisfecho por los contactos realizados en la feria, reconoce que él mismo es un comprador de productos ecológicos dentro de una nueva sensibilidad que también advierte a su alrededor. «A sociedade cada vez está máis concienciada, busca un produto máis preto e feito con máis mimo e valora moito que sexa ecolóxico. Creo que estamos xa vindo de volta da revolución industrial e dándolle valor a sostenibilidade», considera. Tras dos décadas trabajando la artesanía en cuero se centró en la producción con materiales ecológicos, con la apuesta por pieles nacionales reduciendo la emisiones de CO2 por transporte, con un curtido vegetal con tratamiento ecológico de los residuos. Trabaja solo, con ayuda en fechas puntuales, y con esta apuesta ha cambiado su manera incluso de comercializar sus obras, de la cerca de treintena ferias que visita al año, ha pasado de hace cuatro o cinco y vender directamente a tiendas o a trabajar para diseñadores.

El crecimiento de estas tres firmas es un buen ejemplo de como la etiqueta verde puede ser una salida a la crisis, que se ceba con otros sectores.