En Gallegos, el volcán queda muy lejos

Santiago Garrido Rial
Santiago Garrido LA PALMA | ENVIADO ESPECIAL

ESPAÑA

SANTIAGO GARRIDO

La erupción ha conmocionado a todo el país, pero en La Palma afecta a una zona muy específica de la isla. Los gallegueros apenas perciben humo ni ruidos

27 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

En el norte de la isla de La Palma, entre cuatro lomos, entre ellos La Cancela y Los Castros, se levanta, o más bien se desliza, Gallegos. Allí lo llaman barrio, dentro del municipio de Barlovento, pero en realidad es el equivalente a una parroquia gallega con su iglesia, su patrona, y una red de calles e identidad muy definida, además de mucha historia.

En Gallegos, el volcán apenas se percibe. Obviamente todos están pendientes, porque siempre hay quien tiene familiares y amigos en la zona afectada, pero ni casi se escucha (curiosamente, ayer un poco por la mañana, por el cambio de viento) ni se ve mucho el humo, aunque también justo ayer había caído un poco de ceniza. Gallegos es uno de tantos lugares de La Palma en los que el volcán parece algo lejano, sin alterar lo más mínimo la vida diaria. Algo que, fuera de la Canarias, aún sigue sorprendiendo a más de uno: esos que creen que está arrasada media isla o más. Por suerte, no.

Pese a que por distancia no queda demasiado lejos, llegar a la zona volcánica desde Gallegos puede durar dos horas. En La Palma, la distancia se mide más en tiempo que en kilómetros. Sesenta kilómetros pueden hacerse a una media de 30 por hora sin problema. Y por medio está el Roque de los Muchachos, mole de 2.500 metros. Al lado de las carretera, miles de pinos, que crean enormes mantos de arume en el suelo. Algunos están en ese lomo de Los Castros o La Cancela, cerca de La Furna, en el que ahora habitan unas 150 personas, pero llegó a haber un millar.

Los vecinos consultados ayer, mayores y no tanto, dan a la toponimia un origen transparente: fueron gallegos quienes empezaron a poblarla. Un libro editado por el Cabildo hace veinte años apunta la hipótesis portuguesa, sin ser excluyentes. En todo caso, es un Gallegos más de una pequeña red existente en toda España, sobre todo por Castilla y León.

En la barra del bar, Víveres Gallegos, Marcial, Antonio, Domingo, Marlene y Lenni (y más tarde, Lucía, en otro punto, como antes Emiliano, de 84 años), destacan que sienten mucho orgullo de ser de Gallegos, algo que a menudo anteponen al municipio de Barlovento que les corresponde. Marlene apunta que en tiempos de su padre, los gallegueros hablaban de un modo especial, diferente al resto.

Nieves señala que se conservan algunas palabras, como un derivado de bolboreta para definir las mariposas. Pero las cosas han cambiado mucho en los últimos decenios. Ya no hay pescadores como había, ni funciona el molino, ni quedan las vacas que ayudaban en algunas explotaciones. Y, sobre todo, la enorme emigración de ida y vuelta desde los años 40 y 50 a Cuba y Venezuela ha mezclado ya acentos y palabras.

Quedan muchos apellidos Castro, por ejemplo, y una cruz en cada loma. Y queda el recuerdo de la vieja importancia, como cuando llegó la luz eléctrica a ese lugar antes que a otros. Más abajo, frente al mar, los acantilados impactan, pero lo hacen en ese lugar y en otros muchos del litoral palmero, ya sean gallegos o no.