«¡Otra vez no!, ¡otra vez no!»

Susana Acosta
S. Acosta REDACCIÓN / LA VOZ

ESPAÑA

Ángel García Vidal, coordinador del rescate y delegado del Colegio de Ingenieros de Caminos de Málaga, no pudo contener la emoción durante la rueda de prensa que dio ayer el delegado del Gobierno en Andalucía, Alfonso Rodríguez Gómez de Celís
Ángel García Vidal, coordinador del rescate y delegado del Colegio de Ingenieros de Caminos de Málaga, no pudo contener la emoción durante la rueda de prensa que dio ayer el delegado del Gobierno en Andalucía, Alfonso Rodríguez Gómez de Celís JON NAZCA | REUTERS

Los padres del pequeño Julen, desolados tras perder en menos de 24 meses a sus dos hijos

26 ene 2019 . Actualizado a las 22:12 h.

Cualquiera sabe que lo que ha vivido esta familia en los dos últimos años sobrepasa los límites de lo humanamente soportable. Cualquiera puede intentar comprender sin éxito qué pueden sentir esos padres al perder a segundo hijo en menos de 24 meses. Dos años, dos hijos. Ni siquiera la pérdida de un vástago es algo que se pueda superar. Decir adiós a dos pequeños resulta insoportable.

Porque la tragedia para estos padres no comenzó el pasado 13 de enero, sino en abril del 2017, cuando se encontraban paseando por la playa y Oliver, el otro hijo de esta joven pareja de apenas 29 años, falleció de muerte súbita. Ese fue el primer duro revés del destino. Entonces, el pequeño Julen apenas era un bebé y sus padres no podían imaginarse que la desgracia volvería a golpearlos tan duramente tan solo dos años más tarde.

Desde que se produjo la caída del niño en el pozo, los padres siempre han albergado la esperanza de que su hijo estuviera vivo. Para ellos, el milagro era posible. Siempre lo creyeron. Incluso en la vigilia del pasado jueves confiaban en que así fuera. Quizás porque pensar solo en la posibilidad de volver a revivir lo pasado con Oliver era inaceptable. Pero eso no significaba que no estuvieran ya rotos por dentro: «Nadie puede ponerse en nuestra piel, estamos muertos en vida», comentó José Roselló, el padre de Julen, al diario Sur, tan solo dos días después de que su hijo se cayera al pozo.

Nadie puede ponerse en la piel de unos padres que han perdido a dos hijos: «¡Otra vez no!, ¡otra vez no!», ese fue el desgarrador grito de dolor que se escuchó la madrugada de ayer nada más conocer la noticia de la muerte de Julen en la casa de Totalán donde estaban alojados sus padres, según informó un fotógrafo de AFP. Una frase que lo dice todo. Lo resume todo. El dolor y el sufrimiento de quien ya no puede volver a pasar por lo mismo de nuevo.

Silencio

Y partir de ahí, silencio. El mismo que se hizo cuando los mineros hallaron el cuerpo sin vida de Julen en el pozo. El de las más de 300 personas que participaron en el operativo de rescate durante trece días. O el de Ángel García Vidal, el ingeniero coordinador del rescate y delegado del Colegio de Ingenieros de Caminos de Málaga, mientras el delegado del Gobierno en Andalucía, Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, relataba cómo se halló el cuerpo del pequeño en el pozo. El mismo silencio que se hizo en las calles de Totalán tras conocer la noticia, ese pequeño pueblo malagueño no querría haber sido conocido por nada de esto. Silencio también en la barriada de El Palo, donde vivía Julen con sus padres. Silencio en Málaga, en España, en el corazón de todos.

Tras el trágico desenlace en el Cerro de la Corona, toda la maquinaria movilizada para el operativo de rescate fue poco a poco abandonando el lugar donde se mantuvo la esperanza de hallar con vida al pequeño. Atrás quedó el esfuerzo de un operativo humano que trabajó a contrarreloj y que finalmente lo encontró sin vida a 71 metros de profundidad, a la 1.25 horas de la pasada madrugada.

Vecinos y familiares de los padres de Julen quisieron ayer acompañarles en su silencio y el tanatorio de la barriada malagueña de El Palo se llenó de gente que quería darles un beso o un simple abrazo. También un equipo de psicólogos presta asistencia desde el primer momento a los progenitores del pequeño para ayudarles a superar estos momentos tan difíciles. El padre, José Roselló, no se quiso desprender ayer del balón de fútbol con el que jugaba su hijo Julen. Esa era una de sus pasiones. Le encantaban las pelotas y el fútbol. La otra, su triciclo. Ese que estuvo durante días delante de su puerta. Ahora solo queda la despedida, tras trece jornadas de espera y sufrimiento. Y un final muy triste.

El funeral por Julen tendrá lugar esta mañana, a las 12.30 horas, en el cementerio de El Palo. Una hora más tarde se procederá a su inhumación. La familia ha pedido respeto. Quieren decirle adiós a su pequeño en la intimidad.