«Barcelona llora, pero no se rinde»

Beatriz Pérez E. LA VOZ / BARCELONA

ESPAÑA

Quique García | EFE

Las Ramblas recuperan su ritmo habitual recordando a la víctimas y con actos de repulsa al terrorismo

19 ago 2017 . Actualizado a las 10:39 h.

Las Ramblas de Barcelona, donde este jueves se produjo el atentado terrorista que acabó con la vida de 13 personas y dejó más de un centenar heridas, intenta recuperar la normalidad. Son las 11.30 de la mañana del viernes. Diferentes grupos de personas caminan con aparente tranquilidad pese al suplicio vivido menos de 24 horas antes. Más policías de los habituales y medidas excepcionales. Las dos vías de circulación de vehículos, paralelas al paseo central donde se produjo el atropello, estaban cortadas al tráfico. Por ellas deambulaban solo peatones; la mayoría, turistas y curiosos que se acercaban al lugar de los hechos. También periodistas, muchos venidos desde diferentes partes de Europa.

«Nosotros no estábamos cuando se produjo el atentado. Somos del turno de mañana» explica el dependiente de uno de los muchos quioscos de las Ramblas. Aunque había algunos abiertos, la mayoría de los puestos de esta vía central -mayoritariamente floristerías y heladerías- permanecieron ayer cerradas, a diferencia de los locales de los márgenes y alrededores, que abrieron sin mayores problemas.

Todas las conversaciones tenían un eje común. El atentado y el recuerdo de los ya producidos en otras ciudades de Europa. A pesar de los intentos de los comerciantes por recuperar la normalidad, la excepcionales medidas de seguridad dificultaban la labor. Por ejemplo, Josep Tudela, dueño de un quiosco en una calle perpendicular a las Ramblas tuvo ayer poco que vender. «No hay ningún diario. No ha podido llegar ningún repartidor a esta zona». Su puesto está muy cerca del lugar donde se estrelló la furgoneta y su conductor asesino. «No tengo miedo», decía este trabajador, favorable a que el ayuntamiento de Barcelona coloque pilotes de cemento en las Ramblas para evitar que los vehículos puedan desplazarse con tanta facilidad por las vías peatonales. 

Repulsa y solidaridad

También en el barrio del Raval (al lado de las Ramblas, por el que supuestamente huyó el terrorista) amaneció ayer tranquilo. Menos gente de lo habitual, pero las terrazas comenzaron a tener clientes a media mañana. En el Pla de l'Os, situada a la altura de la calle del Hospital, se encuentra un mosaico singular, una obra hecha en 1976 por Joan Miró para para dar la bienvenida a los visitantes de la ciudad. Fue ahí donde acabó el trayecto de la furgoneta que arrolló a la multitud, donde el vehículo finalizó su mortal viaje. El lugar se convirtió ayer en un improvisado punto de homenaje a las víctimas del atentados. Decenas de personas depositaban flores, encendieron velas como señal de apoyo a las víctimas y de repulsa a la barbarie terrorista. «Barcelona llora, pero no se rinde», se podía leer en uno de los muchos textos escritos.

El atentado que sacudió la capital catalana fue reivindicado horas después por el Estado Islámico. Por la zona de las Ramblas y del Raval hay múltiples establecimientos regentados por la comunidad islámica. Muchos de ellos, de hecho, acogieron y cuidaron de los heridos tras el acto terrorista mientras la policía no desalojaba la zona.

Todos las personas de estos locales consultadas coincidieron en rechazar con contundencia lo ocurrido. «Tengo hermanos pequeños. ¿Crees que esto no me duele? Se me pone la piel de gallina solo con contarlo», comentó un camarero de un restaurante árabe de las Ramblas. «Hoy en el metro sentí que mi pierna tocaba un poco la de un pasajero que se encontraba a mi lado, y recibí un empujón. Espero que fuese un hecho aislado», explicó este profesional de la hostelería que desea que la islamofobia no se extienda por el continente europeo.