Ante la alternativa de ser expulsados, muchos prefieren que el proceso se dilate

maría cedrón REDACCIÓN / LA VOZ

ESPAÑA

18 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

H ay esperas que desesperan. En cambio, hay otras en las que la incertidumbre de no saber qué pasará en el futuro se compensa con la alternativa de poder trabajar mientras se resuelve un proceso que la mayor parte de las veces no acaba bien para el interesado. Eso último es lo que probablemente les ocurra a muchas de las personas que piden asilo en España, uno de los países europeos en los que menos cartas de refugiado se conceden. Y es que, mientras se está inmerso en el proceso, los demandantes reciben una tarjeta roja que, a partir de los seis meses desde la fecha en la que se ha presentado la petición, les permite ya trabajar en España. Lo complicado es saber cuánto puede durar el proceso. «Suele ser bastante largo, pero todo depende de la relación que haya con el país de origen del demandante y, muchas veces, del contexto político», explican fuentes de una oenegé que trabaja con refugiados.

Varias razones explican la estadística de por qué España es tan poco espléndida a la hora de conceder ese estatus. El hecho de haber vivido hasta hace cuarenta años en una dictadura y la implicación política inherente a ese tipo de procesos son los argumentos fundamentales. Por lo menos es lo que explica la socióloga de la Universidade de A Coruña (UDC), Belén Fernández Suárez, quien apunta que «o feito de dar o refuxo a alguén implica recoñecer tamén que no pais de orixe desa persona hai un problema e iso é algo que pode xerar un novo conflicto diplomático. Por exemplo, recoñecerlle esa condición a un colombiano que fuxe da guerrilla implicaría para España recoñecer que alí en Colombia hai un conflito armado». Por eso, añade, «hai veces que non interesa recoñecer esa condición, sobre todo con países cos que hai boa relación diplomática».

Algo complicado

Pero además, en un proceso de este tipo, hay un problema añadido al que también alude esta socióloga experta en integración de inmigrantes. Es cómo acreditar que realmente el solicitante está perseguido en su país por razones políticas o por su condición sexual. Porque las personas que pueden acogerse a esta figura son aquellas que se ven perseguidas por razones de raza, religión, opiniones políticas u orientación sexual.«Eso ás veces resulta complicado de acreditar», dice. De hecho, uno de los trámites por los que han de pasar es una entrevista personal en la que se evalúa que realmente puede optar a ese estatus. Para pedir dicha condición pueden dirigirse a la Oficina de Asilo y Refugio, un puesto fronterizo, centros de internamiento de inmigrantes, oficinas de extranjeros, comisarías de policía o cualquier oficina consular de España en el exterior.

Hay comunidades, como Galicia, en las que el escaso número de peticiones que se producen hace que exista cierto desconocimiento de cómo tramitar estas demandas. Fuentes de la Fundación Juan Soñador explican cómo hace poco más de un año una persona solicitó refugio en Ourense «y prácticamente tuvimos que informarnos de cómo se hacía porque al no haber casos las autoridades competentes no sabían muy bien cómo hacer. Ahora ya lo saben». Pero, como añaden esas mismas fuentes, es normal porque en toda la provincia debe de haber dos o tres casos.

Aquel demandante continúa esperando. Mientras lo hace puede trabajar en la comunidad. Porque justo en el momento de ser admitida su petición se le concedió la tarjeta roja que ha de renovar cada medio año.