En veinte días nos jugamos el futuro de Europa

Manuel Campo Vidal

ESPAÑA

04 may 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

crónica política

No hay error mayor que creer que elecciones supuestamente lejanas, o las más cercanas, no tienen trascendencia. Así, las cotas más bajas de participación suelen darse en las europeas y en las autonómicas, cuando se celebran en fecha distinta a las municipales, como sucede en Galicia, Cataluña, País Vasco y Andalucía. La ciudadanía tiende a creer que lo que pase en Europa le es ajeno, cuando casi tres cuartas partes del presupuesto que le afecta personalmente se decide en realidad en Bruselas. Y en esta ocasión, con un gobierno europeo dotado de mayores competencias, la consulta es todavía mas relevante. Atentos pues a darle la espalda a estos comicios: piensen si quieren un presidente ejecutivo de Europa, por resumir, conservador o socialdemócrata. Con políticas de mayor acento en la austeridad o en los estímulos al desarrollo y tantas otras particularidades, positivas o negativas, que encontrarán en los programas de los candidatos. De tantísimos candidatos, que aprovechando el colegio electoral nacional -es decir, que los recuentos y la asignación de los escaños no se hace por provincias, ni por autonomías- aspiran a entrar, o a crecer si están ya dentro, como Izquierda Unida, nacionalistas varios y UPyD, por ejemplo, o llamando a la puerta como Ciudadanos, Vox y tantos matices de los Verdes.

La campaña ha estado fría hasta ahora y Rajoy ha contribuido a ello esperando hasta el final para nombrar a su candidato, Miguel Arias Cañete, al que envía al Europarlamento camino de acceder a un comisariado, o cartera ministerial, de ese gobierno cuyo presidente elegiremos. O Junker o Schultz, según las posibilidades que otorgan las encuestas. Campaña fría, o mejor helada, que PP y PSOE aspiran a estimular con un debate cara a cara entre Arias Cañete y Elena Valenciano. Por lo que se lleva negociado hasta ahora, esos debates los coproduciría la Academia de Televisión y una cadena, y ya hay fecha para el primero, o quizás único, el 13 de mayo, martes. Sin supersticiones.

Los ciudadanos nos jugamos mucho en estas elecciones, acaso más de lo que imaginamos, pero los partidos también. El PP quiere ganar, aunque baje, y Mariano Rajoy, que es en realidad el candidato aunque haya delegado en Arias Cañete, sufrirá un correctivo si no queda en primer lugar. El PSOE quiere superar al PP para anunciar que su travesía del desierto ya va terminando. Mas no quiere quedar por debajo de Esquerra Republicana porque eso prefiguraría los resultados futuros en Cataluña. Ciudadanos se juega el ascenso a primera división y Vox su existencia. Izquierda Unida y UPyD, aun sin hacer nada, tienen su avance asegurado. Son los recogedores del voto que sueltan PSOE y PP.

Reforzar Europa

Pero es Europa la que debe salir reforzada de esta cita electoral para recuperar su fortaleza. Demasiados partidos antieuropeístas buscando escaños, especialmente en el Reino Unido, y demasiada ultraderecha partidaria de recuperar competencias para limitar, sino liquidar, la Unión. Los peligrosos acontecimientos en la Ucrania prorrusa han servido para poner de manifiesto de nuevo la falta de liderazgo europeo. Todas las invitaciones del presidente Obama para adoptar una postura más firme frente al expansionismo y el desafío de Putin, han sido respondidas con tibieza o disimulo por Bruselas. Europa perdió una gran posibilidad de tener grandes líderes al frente cuando vetó a Tony Blair por su participación en la ilegal guerra de Irak junto a Georges Bush y los que se tragaron lo de las armas de destrucción masiva en poder de Sadam Hussein, entre ellos el meritorio Aznar. O cuando Felipe González declinó la invitación que le formulaban varios dirigentes europeos para encabezar el gobierno europeo. En su lugar eligieron a Van Rompuy, ex primer ministro belga, que muchos ciudadanos europeos no identifican, o confunden con un futbolista del Ajax. Y en la cartera de Exteriores el eficiente Javier Solana fue sustituido por la señora Catherine Ashton, que suele explicar que ella los fines de semana descansa en su finca de la campiña británica y desconecta su teléfono móvil. Alguna razón tenía el ex secretario de Estado americano Henry Kissinger cuando ironizaba: «¿Europa? ¿Alguien puede darme su número de teléfono?».

Solo una alta participación en las elecciones y un resultado contundente en favor del nuevo presidente puede reconducir el estado de incertidumbre, o de debilidad, por el que atraviesa Europa. Son demasiado importantes esos comicios como para aplicar la errónea receta de que no van con nosotros. En veinte días nos jugamos el futuro de Europa, o sea, el nuestro.