El PSOE asume que su veto a pactar con Bildu le hundirá electoralmente en Navarra

paula de las heras MADRID / COLPISA

ESPAÑA

Rubalcaba y Jiménez recriminan a Barcina que se sirva de su rechazo a los independentistas para seguir en el poder

08 mar 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

El PSOE puede ver menguada hasta la irrelevancia su representación en Navarra. El veto de la ejecutiva federal a una moción de censura que solo podía salir adelante con el concurso de Bildu implica, según admiten en la dirección del partido, un sacrificio electoral similar, aún con sus diferencias, al que ya asumió en el 2007 cuando se prohibió al PSN sellar un pacto de gobierno con NafarroaBai, formada entonces por Aralar, Eusko Alkartasuna, Batzarre, PNV e independientes, que habría desbancado a UPN. Entonces los socialistas contaban con 12 diputados en el Parlamento autonómico; en el 2011 se quedaron en nueve. Es un precio alto, dicen, pero «necesario».

El análisis, fuera de Navarra, es claro. Más allá de críticas aisladas de algunos diputados, el grueso de los barones socialistas, con los que Rubalcaba ha contactado a lo largo de estos días, compartía el no a un maniobra de derribo contra la presidenta de la comunidad, Yolanda Barcina, con el argumento de que aún «es pronto» para considerar a la formación independentista, parcialmente heredera de la ilegalizada Batasuna, interlocutor válido en el juego democrático. Pero a la cuestión de principios se une otra pragmática. Nadie tiene duda en el PSOE de que dar el paso que exigía el líder del PSN habría tenido su impacto en la campaña para las elecciones europeas. Entre otras cosas, porque Roberto Jiménez siempre dijo que no pretendía gobernar sino convocar elecciones adelantadas en coincidencia con los comicios a la Eurocámara del 25 de mayo.

El equipo de Rubalcaba, con el secretario de Organización, Óscar López, y el secretario de Política Autonómica, Antonio Hernando, al frente, ha evitado así el estallido de una bomba que podría haber tenido efectos devastadores justo cuando el PSOE parecía disfrutar de un momento dulce. Salvando las distancias, los socialistas corrían el riesgo de provocar una crisis similar a la que, hace ahora un año, provocó el caso Ponferrada. Y no se ha querido tropezar dos veces con la misma piedra.

Pactos peligrosos

En el principal partido de la oposición admiten que arrastran una imagen que puede hacerle mucho daño en su afán por construir un discurso nacional. Está demasiado extendida la idea, según reflejan sus propias encuestas, de que es capaz de llegar a pactos con fuerzas políticas que desvirtúan lineas fundamentales de su programa con tal de gobernar. Y eso también pesó en la balanza. Ahora bien, son muchos los que admiten su temor al escenario que se abre ahora dentro de la comunidad foral. No tanto por lo que pueda pasar al PSN sino porque creen, y así lo apuntan en la propia ejecutiva, que lo ocurrido puede derivar en un fuerte ascenso electoral de Bildu.

Pero eso es algo de lo que responsabilizan a UPN y, en especial a Barcina, cuya dimisión volvieron a reclamar ayer tanto Rubalcaba como Jiménez.

El secretario general del PSOE recibió en Ferraz al aún líder del PSN. Algunas fuentes sostienen que Jiménez volvió a pedir que se reconsidere la prohibición a la moción de censura, una demanda que finalmente se cayó de la resolución aprobada el jueves por el convulso Comité Regional navarro, pero en el entorno de Rubalcaba lo niegan.

Jiménez sí se lamentó en un entrevista de que los socialistas tengan que «pagar» por intentar resolver una crisis que «azota» al Gobierno navarro en el que ha habido ya, adujo, muchas dimisiones y defender que los ciudadanos voten. También confesó que llegó a plantearse dimitir

No lo hizo, alegó, en un «ejercicio de responsabilidad».