ZP que no se va y Cascos que no vuelve

Manuel Campo Vidal

ESPAÑA

En el panorama político hay dos personajes de partidos rivales que no terminan de decidir si se presentan a sus respectivas elecciones: generales uno, autonómicas el otro

09 ene 2011 . Actualizado a las 02:00 h.

¡Vaya cinco meses que nos esperan hasta mayo! Los alcaldes y los presidentes autonómicos del PSOE andan muy inquietos porque las encuestas anuncian catástrofes. Zapatero amaga con irse pero no concreta nada y Felipe González parece animarlo con eso de que lo único que puede decidir es no ser candidato porque serlo, serlo, depende de lo que decida el PSOE. Mientras, los ediles del PP viven una crisis de ansiedad porque saben que una cosa es votar a Zapatero y otra cambiar de alcalde. La gente esta enfurecida pero aún sabe distinguir. Y por si faltara poco, con lo tranquilo que podría vivir Mariano Rajoy estas fechas, le ruge ahora el león Álvarez Cascos atacando hasta por el Facebook.

Para un alcalde del PSOE de ciudad muy importante -de las veinte primeras de España- «puestos a dejarlo, Zapatero debería anunciarlo antes del 22 de mayo, y no después, porque la gente no se aleja del PSOE sino del presidente». Para este alcalde, el anuncio de Alfredo Pérez Rubalcaba como candidato a la presidencia del Gobierno recortaría hasta diez puntos en las encuestas la distancia del PP». Es muy injusto porque Zapatero no ha gobernado mal y está haciendo lo que debe, añade, pero la crisis le ha tocado a él y se cobra víctimas». Así están las cosas en el bando de los que temen un retroceso electoral generalizado.

Entretanto, en el bando del PP se digiere el ciclón Álvarez Cascos que de momento no ha arrancado demasiados árboles como se pronosticaba. No le falta razón a Lois Blanco cuando afirma que Cascos y Alfonso Guerra son los personajes que más poder orgánico acumularon en su partido y se les pasó factura por ello. Le sucedió también a Mario Conde que irrumpió sin que nadie lo esperara en la cúpula bancaria española sorprendiendo al ministro Carlos Solchaga y al gobernador del Banco de España Mariano Rubio en la tarea de conformar una nueva oligarquía bancaria española.

Despido injusto

Él no estaba entre los elegidos y no pararon hasta echarlo injustamente de Banesto. Por si fuera poco, como había alcanzado la cima bancaria a los 38 años, pensó que la siguiente meta podía ser la presidencia del Gobierno con lo que excitó otras animadversiones.

Según el propio Mario Conde «a Felipe González le daba más o menos igual porque andaba por su tercera legislatura y ya pensaba en retirarse, pero Aznar me identificó como un obstáculo a destruir». Le dieron la oportunidad de retirarse de la carrera bancaria aún más rico, pero como se empeñó en seguir en el camino, terminaron mandándolo a la cárcel en un episodio jurídico impropio de países democráticos.

De los tres personajes citados en esa acumulación de poder -Cascos, Guerra y Conde-fue sin duda Guerra el más listo y la prueba es que todavía sobrevive en las Cortes como el único diputado que entró en 1977 con la restauración de la democracia. A Conde le perdió su obstinación y a Cascos su temperamento, poco conciliador con las virtudes democráticas, características envueltas en ambos casos en altas dosis de arrogancia.

Ahora amenaza con volver y dar la barrila cinco meses, y lo que Dios y el electorado le concedan de vida política, sobre todo a Mariano Rajoy. Quiere presentarse en Asturias y quizás lo haga pero con otra marca. Ya rompió allí el PP una vez para controlarlo mejor y lo temen como a un nublado. Cuando Cascos se enfurece, tiembla hasta la Virgen de Covadonga, aunque no parece inmutarse la candidata popular Isabel Pérez-Espinosa , dispuesta a plantarle cara.

Una encuesta de Sigma 2, que en honor a la verdad lleva una buena racha de aciertos en las ultimas elecciones, le da más diputados a Cascos que al PSOE y al PP si hoy se fuera a las urnas. Pero faltan cinco meses y en ese tiempo, si termina presentándose, Cascos deparará unas cuantas salidas de tono para recordar a quien lo haya olvidado como es el personaje.

Tiene enfrente mal enemigo porque aunque en su día el propio Cascos se encargó de difundir que Rajoy era un flojo, terminó ganándole el Congreso de Valencia por ochenta y cinco a solo quince. En esta crónica defendimos entonces, casi en minoría, que Rajoy ganaría ampliamente por dos razones: la primera porque, bajo sus formas amables, esconde una capacidad de resistencia poco común y en segundo lugar porque es de Pontevedra, lo que equivale a decir que no confunde Madrid con España. Esa confusión tan frecuente puede inducir a Cascos al error porque lo calientan en Madrid, especialmente Esperanza Aguirre y algún periódico, pero tienen que votarlo en Asturias. Y allí se ríen de los cenáculos madrileños que creen dirigir España.

Así que este es el panorama: Zapatero que quiere marcharse pero no se decide y Cascos que quiere volver pero no acaba de atreverse. Muchos titulares pero bastante irrelevantes todos para los problemas de fondo que son la crisis y la confianza imprescindible para superarla.