Rivera le birla el eslogan a Iglesias

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa CON LETRA DEL NUEVE

ELECCIONES 2020

JAVIER BELVER

31 oct 2019 . Actualizado a las 22:53 h.

Habrá que preguntarle a Iker Jiménez, que es el que sabe de sucesos paranormales. Y no me refiero a la genial idea de que la campaña -en un insospechado homenaje a maestros gallegos del cine zombi como George A. Romero o Amando de Ossorio- haya arrancado la noche de Samaín, sino al misterio de por qué una sociedad avanzada, que se educa con intelectuales de la talla de Jorge Javier, Ana Rosa o Pablo Motos, es todavía víctima de los vendedores de crecepelo.

Los comerciantes de elixir curalotodo ya no van de mercadillo en mercadillo con sus brebajes y sus potingues milagreiros. Ahora en su tarjeta de visita pone que son expertos en márketing electoral (en fino inglés de Aravaca, por supuesto) y su trabajo consiste en lograr que un partido le pague una pasta gansa por colocarle un lema de campaña que han pillado de saldo entre la lencería color carne del feirón de Sada.

Porque solo Iker Jiménez y otros ufólogos de postín podrían explicar cómo el último tahúr del Misisipi ha conseguido que Ciudadanos le haya comprado el añejo eslogan «Sí se puede», que los liberales ibéricos corean estos días como si se hubiesen colado en una asamblea de Podemos. No es ya que la consigna sea tan vieja como yo -la inventó en 1972 el granjero y sindicalista de Arizona César Chávez-, sino que ha pasado por tantas manos que lo asombroso es que este moderno timo de la estampita aún encuentre clientela con posibles.

Será que Albert Rivera, que los lunes es centrista y los miércoles pacta con Vox, se ha consagrado al ecologismo y las bondades del reciclaje, porque lo mismo entona el «España en marcha» plagiado a Macron que este «Sí se puede» con el que aspira a ser el Obama español. No es por desanimarlo, pero el Obama gallego, Sinaí Giménez, no acabó todo lo bien que se esperaba. Además, al bueno de Barack le funcionó el latiguillo, pero Mauricio Macri acaba de esnafrarse en las presidenciales argentinas al grito de «Sí se puede» (se ve que no tanto) y Pablo Iglesias ya no tiene nada claro si se puede o no se puede y, sobre todo, con quién se puede o no se puede. Por no hablar -meigas fóra- de que el cántico se llegó a escuchar la pasada temporada en Riazor y nadie supo entender entonces que lo que quería decir en realidad la afición era que el Dépor sí se podía hundir todavía más en la tabla (ahora ya no).

Tal vez eso es a lo que se refiere Rivera al invocar el «Sí se puede»: a que los sondeos tienen razón y él es el gran David Copperfield -el mago, no el huérfano de Dickens-, el único capaz de hacer desaparecer ante nuestros ojos los cuarenta escaños que todos los gurús demoscópicos pronostican que va a perder el 10N. Quemar cuarenta diputados en apenas seis meses es lo que yo llamo talento para la incineración. Y de eso sabemos un rato largo en Galicia, donde los incendios forestales y los tanatorios son industrias punteras. Por eso olemos de lejos a los vendedores de humo y les aplicamos la receta con la que se libraban de los estafadores en el antiguo Oeste. Los untamos de brea, los emplumamos y los sacamos del pueblo subidos a un raíl. Algo aprendimos de los wéstern, los tebeos de Lucky Luke y los libros de Mark Twain.