Un profesor particular en la pantalla

Tamara Montero
Tamara Montero SANTIAGO / LA VOZ

EDUCACIÓN

Cristina Cabarcos, voluntaria de Cruz Roja que da clase de refuerzo escolar, y Pablo Méndez, técnico de juventud de Cruz Roja
Cristina Cabarcos, voluntaria de Cruz Roja que da clase de refuerzo escolar, y Pablo Méndez, técnico de juventud de Cruz Roja Sandra Alonso

El confinamiento ha cambiado su veterano programa de refuerzo escolar de Cruz Roja para menores de entre 6 y 14 años y que ahora se hace con videollamada

20 jun 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

Si hubiese que elegir solo un sonido que definiese esta crisis sanitaria, estaría entre los aplausos, el Dúo Dinámico y el característico tono de la videollamada. Para los casi 40 niños y niñas de entre 6 y 14 años que participan en Santiago en el veterano programa de refuerzo escolar seguro que el sonido que define su confinamiento es este último. Con ese sonido se presenta al menos dos veces a la semana el voluntariado de Cruz Roja en su casa. Y a lo mejor ese día hay que trabajar los adverbios, aunque siempre hay un rato para enseñar el resultado del rato que se ha dedicado a dibujar o para charlar sobre qué tal está siendo la semana.

«Teníamos un grupo de chicos y chicas que venían por las tardes y con los que trabajábamos. Con el confinamiento nos quedábamos también aislados de ellos». Lo explica al otro lado del teléfono —esta vez una llamada tradicional— Pablo Méndez, técnico del área de juventud. Así que decidieron que lo mejor era aprovechar los nuevas tecnologías para seguir en contacto con las niñas y niños que participan este año en el programa.

«Lo hacemos por videollamada para que también puedan vernos»

«Lo hacemos por videollamada para que también puedan vernos, enseñarnos los dibujos, los deberes... Así es un poco más humanizado». Cristina Cabarcos está dentro del grupo de 13 personas voluntarias que se han pasado al refuerzo escolar a distancia. Ella comenzó a colaborar hace seis años con el área de juventud y ahora, durante estos meses de centros escolares cerrados, se encarga de cuatro niños y niñas.

«Las niñas realizaban las actividades del cole con mi teléfono y el de mi marido, pero Cruz Roja nos cedió una tableta»

Lo primero ha sido saber cuáles eran las necesidades concretas, porque cada familia tiene sus circunstancias. «Al poco tiempo del confinamiento nos llamaron para hacer un seguimiento de las niñas, y de toda la familia, para saber si estábamos bien, si necesitábamos algo…», explica Naima Fathallah. Sus dos hijas mayores participan en el programa. Sí hay niños que tienen un ordenador que les ha proporcionado la Xunta, pero otros no. «En ese momento las niñas estaban realizando las actividades del cole utilizando mi teléfono y el de mi marido pero poco después desde Cruz Roja nos cedieron una tableta», procedente de una donación de la firma Inusual. También se les ha proporcionado a las familias material escolar.

«Normalmente tenemos dos días pactados y las llamadas son a la misma hora», explica Cristina Cabarcos. Aunque la verdad es que, confiesa Méndez, eso depende un poco de la persona voluntaria. Hay alguna que llama todos los días, «pero como mínimo les dedicamos cuatro horas a la semana».

«Son muy responsables y normalmente vienen con todo hecho»

En el momento en el que Cristina Cabarcos llama, los niños le explican cuál es la tarea del día «porque normalmente los profesores les están mandando ejercicios por día, no por semana». Carbarcos trabaja con cuatro niños de dos familias. «Son muy responsables y normalmente vienen con todo hecho. Estoy encantada», dice entre risas. Además, pueden escribirle a la profe a través de Skype para preguntarle dudas. «Muchas veces tienen más problemas con la asignatura de Lingua Galega. A los padres no les pueden preguntar, porque hay muchos que no son gallegohablantes».

Claro que a la videollamada no solo se unen los participantes en el programa. «Los hermanos pequeños también se quieren unir, porque te quieren contar, quieren ver a la profe...». Al final, el objetivo es que se convierta en un programa lo más personalizado posible dentro de la distancia, «La clase on line al principio les hacía gracia, vernos así por videollamada, pero ahora preferirían ir allí, que fuese presencial», dice la voluntaria del programa, en el que no solo se acompaña en el ámbito académico, también en el psicoemocional. «Les hace mucha falta hablar con otros niños, con otra gente, porque se notan siempre en el mismo entorno», subraya Cabarcos. Así que en la llamada «quieren contarte muchas cosas, enseñarte un dibujo, preguntarte a ti... Quieren ver un poco más allá de las cuatro paredes de su casa».

¿Y para los voluntarios? «Para mí es un placer». Y aunque suene un poco paradójico, una de las cosas más satisfactorias es que dejen el programa «porque ya no nos necesitan. Porque su familia funciona, en el colegio están estupendamente, no tienen problemas económicos... «¿Dejaron de venir? Pues es lo mejor que podemos tener».