Treinta estudiantes de la USC han sido galardonados con el premio fin de carrera del curso 2001-2002; algunos con expedientes en los que las únicas calificaciones son matrículas de honor y sobresalientes
11 ene 2003 . Actualizado a las 06:00 h.Sus historias son totalmente diferentes. Unos se dedican en cuerpo y alma a los estudios, mientras que otros los compaginan con el trabajo y la familia. Una sola cosa les une. Sus expedientes académicos son algo así como una sucesión ininterrumpida de sobresalientes y matrículas de honor. De hecho, los notables son escasos. La Consellería de Educación publicó a finales del pasado año la lista de galardonados con el premio extraordinario fin de carrera. De los cuarenta y ocho seleccionados en toda Galicia, treinta pertenecían a la Universidad de Santiago. Son matemáticos, médicos, filólogos, químicos, abogados.... futuros profesionales que, por lo menos, garantizan una buena formación. Rafael Carlos Vidal Pérez encabeza este podium de expedientes brillantes. Un 3,82 en una carrera sencillita : Medicina. Para los ateos en esta fórmula de cálculo, un 4 equivaldría a sacar matrícula de honor en todas las materias. Rafael, concretamente, obtuvo 27 matrículas y seis sobresalientes. Este compostelano prepara el MIR para poder realizar alguna especialidad clínica. Reconoce que nunca copió ni llevó chuletas, «ya que me pongo nervioso y me pillarían», pero sí sopló a sus compañeros en alguna ocasión. Compaginar Al hablar de premios fin de carrera, lo primero que uno se imagina es a un estudiante joven y dedicado exclusivamente a obtener las mejores calificaciones. Nada más lejos de la realidad. Francisco Javier López tiene 39 años, es profesor en el campus de Lugo de la USC y Xeografía es su tercera carrera, tras Enxeñería Agrónoma y de Montes. Obtuvo un 3 de expediente, pero no alardea, «era algo que me gustaba y le fui cogiendo gusto». De momento, va a aparcar lo de estudiar, «es que no me dejan animarme a más», bromea. Multidisciplinar es también el caso de Isabel Otero. A sus 24 años, es enfermera, educadora social y casi pedagoga. Obtuvo el premio fin de carrera en Educación Social con un 2,82 de expediente, y trabaja como enfermera. En los escasos ratos libres -ahora estudia Pedagogía-, también realiza el CAP. En fin, todo un todoterreno. La mayoría pueden además presumir de un buen expediente en el instituto y en las pruebas de selectividad, aunque las notas mejoraron al llegar a la universidad. Sin embargo, entre los premiados hay casos atípicos. A Antonio Sotelo parece que le gustaron mucho las matemáticas, porque desde que llegó a la facultad espabiló hasta conseguir un 2,77 de expediente, en una de las carreras universitarias con el índice más alto de abandono. Su problema es que en el instituto, además de vaguear bastante, no se le daban bien los idiomas y la lengua, por lo que cuando se vio rodeado de cifras y signos se sintió ya en su salsa. Algunos se merecen una distinción aparte. Iria Belenguer, con 23 años, compaginó dos filoloxías, Italiana y Románica. En las dos logró el premio fin de carrera. Ahora estudia Hispánicas y el curso que viene realizará un máster. Con la hoja académica brillante, a estos universitarios les falta ahora que el mercado laboral sepa valorar su esfuerzo. Algo de lo que aún no están muy seguros.