Los carburantes, más caros que nunca

f. fernández REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

ALBERTO LÓPEZ

El precio medio del litro de gasolina es ahora en Galicia un 2,7 % más alto que el anterior récord, alcanzado en septiembre del 2012 cuando el IVA pasó del 18 al 21 % actual

05 nov 2021 . Actualizado a las 16:16 h.

En septiembre del 2012, hace nueve años, los carburantes de automoción tocaron precios máximos tras la subida del tipo general del IVA, del 18 al 21 %, decretada por el Gobierno de Mariano Rajoy para incrementar a la desesperada la recaudación. El país estaba inmerso en un rescate del sistema bancario. La Unión Europea abrió una línea de préstamos de hasta 100.000 millones de euros —de los que finalmente España usó la mitad, aproximadamente— a cambio de acometer una serie de reformas económicas. Es decir, de aplicar recortes en el gasto público y aumentar la presión fiscal. Los conductores la sufrieron al repostar en las estaciones de servicio porque los combustibles se encarecieron hasta niveles históricos. El precio medio del litro de gasolina escaló en septiembre de aquel año en Galicia hasta los 1,49 euros, aunque alcanzó los 1,5 muchos días. El de gasoil se colocó en 1,41.

A partir de noviembre se enfriaron un tanto después de que el entonces ministro de Energía, José Manuel Soria, llamase a capítulo a los dirigentes de las principales operadoras de productos petrolíferos del país ante la alarma social que generó lo que el propio Soria calificó de «desproporcionada» escalada los precios.

En la actualidad, el Gobierno centra todos sus esfuerzos y presiones sobre el mercado eléctrico, pero los combustibles de automoción no se están comportando mucho mejor con los consumidores. Según datos obtenidos en la web del Ministerio para la Transición Ecológica y en el portal de ayuda al conductor dieselogasolina.com, en lo poco que va de noviembre, el precio medio del litro de gasolina en Galicia es ya de 1,53 euros, esto es, un 2,7 % más caro que el máximo anterior, el alcanzado en septiembre del 2012. El gasoil anda a 1,41 euros, los mismos que anotó hace nueve años y dos meses.

En comparación con enero pasado, los carburantes están ahora entre un 25 y un 27 % más caros; y entre un 32 y un 35 % por encima de los precios medios alcanzados hace justo un año. Claro que el 2020 no es un ejercicio de referencia dado que la pandemia y el confinamiento general hicieron estragos y hundieron los precios de todos los productos energéticos.

Los combustibles están como están por el petróleo. Y este anda con esos pelos porque hay un fuerte desajuste entre la oferta y la demanda. La primera escasea, la segunda es voraz. Resultado: precios elevados. Funcionamiento básico de mercado. Precisamente, Estados Unidos presiona a los países productores agrupados en la alianza OPEP+, liderada por Arabia Saudí y Rusia, para que aumenten producción ya y se alivie así la presión de precios (por encima de los 80 dólares por barril).

Más crudo en el mercado

Pero la alianza hace caso omiso a la petición de acelerar el ritmo de la oferta petrolera. En una videoconferencia, los ministros de los trece miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y de otros diez productores independientes se limitaron este jueves a certificar que siguen adelante con la hoja de ruta aprobada en julio pasado.

El grupo de 23 países mantenía aún bajo tierra 5,8 millones de barriles diarios del gran recorte de producción que puso en marcha en mayo del 2020 para compensar la histórica caída de la demanda (y de precios) causada por la pandemia.

Decidió entonces recuperar de forma gradual el nivel de bombeo a razón de 400.000 barriles diarios cada mes, hasta septiembre del 2022. Pero será a partir de diciembre.

En una rueda de prensa esta semana, el presidente estadounidense, Joe Biden, atribuyó el encarecimiento de la gasolina y los combustibles «a la negativa mantenida hasta ahora por Rusia y las naciones de la OPEP a bombear más petróleo». Pero el ministro saudí de Energía, Abdelaziz bin Salmán, subrayó que la culpa es del gas y del carbón, no del petróleo.

Para ilustrarlo, avanzó que, mientras el barril de crudo brent se disparó un 28 % entre marzo y noviembre, el carbón y el gas natural en la Unión Europea lo hicieron un 109 %.

basilio bello

Julio López, presidente de la Federación de Estaciones de Servicio: «Somos los que más ‘bofetadas' llevamos de los clientes»

Julio López preside desde hace unos meses la Federación Gallega de Estaciones de Servicio (Fegaes), que agrupa a negocios que siguen aplicando el modelo tradicional de atención al público.

-Acaban de dejar atrás un «annus horribilis», el año de la pandemia.

-Las ventas cayeron a niveles de 1973, hubo gasolineras que vendieron un 90 % menos. Tenemos contabilizadas 56 instalaciones cerradas, pero aún así entendemos que hay oportunidades, el mercado está cambiando. Se están abriendo estaciones de servicio, casi todas de bajo coste, sin personal, casi sin gastos. El sector tradicional lo está pasando muy mal. Representamos a cerca de 3.500 empleos en Galicia.

-Las gasolineras de bajo coste les están comiendo terreno, claro, porque venden los carburantes más baratos.

-Las gasolineras de bajo coste tienen todo el derecho del mundo a existir; la diferenciación de precios que existe es buena, no podemos pensar que eso es malo. Pero no tienen personal, por tanto tienen costes mucho más bajos. Este negocio se mueve con márgenes muy pequeños.

-¿Qué están haciendo para hacer frente a esa competencia?

-Hay negocios que están ampliando servicios y oferta comercial para vincular al cliente, que está cambiando, cada vez es más exigente y quiere probar las cosas nuevas que aparecen en el mercado. Es normal.

-¿Se plantean reconvertir una gasolinera tradicional en automática?

-Se plantea, pero no nos gusta porque la mayoría de las gasolineras son propiedad de autónomos. El empresario es el propio expendedor y tiene uno o dos trabajadores. Si cambia hacia el modelo automático dispara contra sí mismo. La gente ve un letrero de Repsol y piensa que ahí hay una gran empresa, con grandes beneficios, pero el 60 % de los ingresos son para el Estado, para Hacienda. El resto se lo tienen que repartir los que extraen el petróleo, los que lo refinan, transportan y comercializan. Y todos ellos tienen un pequeño margen comercial. No sabemos cuáles van a ser los cambios, pero sí que los va a haber. Y el que se niegue a aplicarlos no va a triunfar. Va a haber amenazas, pero también muchísimas oportunidades.

-¿Acabarán desapareciendo las gasolineras atendidas?

-El modelo como lo conocemos, sí. De ese modelo hay que quedarse con lo bueno, con la relación de cercanía, pero hay que pegarle un cambio.

-Los carburantes están por las nubes, ¿por qué?

-Los carburantes tienen tres partes. Dos fijas y otra que cambia. La mayor son los impuestos, luego están los márgenes de comercialización y de distribución y después el coste del producto, que está influido por el precio del petróleo. Cuando el crudo estaba a cero los otros dos te los cobraban igual. Pero somos los más perjudicados por las subidas de los precios porque nuestro margen es fijo, ganamos menos, vendemos menos y somos los más criticados. Somos los que más bofetadas llevamos de los clientes. Por eso hemos solicitado al Gobierno que baje el IVA o el impuesto de hidrocarburos.

-Pero los impuestos son los mismos en toda España y Galicia no es la comunidad más barata, precisamente. ¿Por qué?

-Todo el mundo pensó que al tener una refinería en Galicia íbamos a pagar menos, pero el producto no nos llega solo de la refinería, llega por oleoductos y mucho lo importamos, y está sujeto a sus cotizaciones internacionales. Galicia es una de las comunidades con más trabajadores por estaciones de servicio, tiene más que en Madrid o Barcelona porque en esas ciudades hay mucho autoservicio; además, aquí, nuestra media de venta de litros por instalación es mucho más baja. En resumen, hay muchas gasolineras muy pequeñas que venden poco. Además, muchas de ellas eran abanderadas, con ofertas comerciales impuestas, frente a los negocios libres que deciden aplicar los descuentos directamente en los precios finales. Es un modelo más rígido que está desapareciendo.