-Acaban de dejar atrás un «annus horribilis», el año de la pandemia.
-Las ventas cayeron a niveles de 1973, hubo gasolineras que vendieron un 90 % menos. Tenemos contabilizadas 56 instalaciones cerradas, pero aún así entendemos que hay oportunidades, el mercado está cambiando. Se están abriendo estaciones de servicio, casi todas de bajo coste, sin personal, casi sin gastos. El sector tradicional lo está pasando muy mal. Representamos a cerca de 3.500 empleos en Galicia.
-Las gasolineras de bajo coste les están comiendo terreno, claro, porque venden los carburantes más baratos.
-Las gasolineras de bajo coste tienen todo el derecho del mundo a existir; la diferenciación de precios que existe es buena, no podemos pensar que eso es malo. Pero no tienen personal, por tanto tienen costes mucho más bajos. Este negocio se mueve con márgenes muy pequeños.
-¿Qué están haciendo para hacer frente a esa competencia?
-Hay negocios que están ampliando servicios y oferta comercial para vincular al cliente, que está cambiando, cada vez es más exigente y quiere probar las cosas nuevas que aparecen en el mercado. Es normal.
-¿Se plantean reconvertir una gasolinera tradicional en automática?
-Se plantea, pero no nos gusta porque la mayoría de las gasolineras son propiedad de autónomos. El empresario es el propio expendedor y tiene uno o dos trabajadores. Si cambia hacia el modelo automático dispara contra sí mismo. La gente ve un letrero de Repsol y piensa que ahí hay una gran empresa, con grandes beneficios, pero el 60 % de los ingresos son para el Estado, para Hacienda. El resto se lo tienen que repartir los que extraen el petróleo, los que lo refinan, transportan y comercializan. Y todos ellos tienen un pequeño margen comercial. No sabemos cuáles van a ser los cambios, pero sí que los va a haber. Y el que se niegue a aplicarlos no va a triunfar. Va a haber amenazas, pero también muchísimas oportunidades.
-¿Acabarán desapareciendo las gasolineras atendidas?
-El modelo como lo conocemos, sí. De ese modelo hay que quedarse con lo bueno, con la relación de cercanía, pero hay que pegarle un cambio.
-Los carburantes están por las nubes, ¿por qué?
-Los carburantes tienen tres partes. Dos fijas y otra que cambia. La mayor son los impuestos, luego están los márgenes de comercialización y de distribución y después el coste del producto, que está influido por el precio del petróleo. Cuando el crudo estaba a cero los otros dos te los cobraban igual. Pero somos los más perjudicados por las subidas de los precios porque nuestro margen es fijo, ganamos menos, vendemos menos y somos los más criticados. Somos los que más bofetadas llevamos de los clientes. Por eso hemos solicitado al Gobierno que baje el IVA o el impuesto de hidrocarburos.
-Pero los impuestos son los mismos en toda España y Galicia no es la comunidad más barata, precisamente. ¿Por qué?
-Todo el mundo pensó que al tener una refinería en Galicia íbamos a pagar menos, pero el producto no nos llega solo de la refinería, llega por oleoductos y mucho lo importamos, y está sujeto a sus cotizaciones internacionales. Galicia es una de las comunidades con más trabajadores por estaciones de servicio, tiene más que en Madrid o Barcelona porque en esas ciudades hay mucho autoservicio; además, aquí, nuestra media de venta de litros por instalación es mucho más baja. En resumen, hay muchas gasolineras muy pequeñas que venden poco. Además, muchas de ellas eran abanderadas, con ofertas comerciales impuestas, frente a los negocios libres que deciden aplicar los descuentos directamente en los precios finales. Es un modelo más rígido que está desapareciendo.