Eso quiere decir que los costes de producción han hecho lo mismo: subir como la espuma. El carbón ya no es rentable.
Hay otro motivo de peso detrás de los cierres: una directiva europea de emisiones, que entró en vigor el verano pasado. Esa norma obligaba a las compañías a realizar fuertes inversiones en las plantas para reducir emisiones. Endesa empezó a hacerlo, de hecho, dedicando 217 millones a la central de As Pontes. Pero por el camino cambió de opinión a la vista de cómo evolucionaba el precio del CO2, cuyo incremento progresivo estaba previsto precisamente para esto: para conseguir el cierre efectivo del carbón.