Manuel Jove: carpintero, señor inmobiliario, abuelo, marido y padre

ECONOMÍA

Fue un empresario que nunca echó el freno a su paso firme, y tampoco dejó que se parasen los que estaban a su alrededor. Ha fallecido esta madrugada a los 78 años de edad

07 may 2020 . Actualizado a las 15:26 h.

Su vida estuvo llena, y la vivió como quiso, acompañado eso sí por un trébol de cuatro hojas. La suerte, que invadía toda su fortaleza, casi siempre estuvo de su lado.

Manuel Jove Capellán fue un empresario que nunca echó el freno a su paso firme, y tampoco dejó que se parasen los que estaban a su alrededor. Lo de tirar la toalla no iba con él por muy negro que amaneciese el día, y no conoció el significado de lo que es un mes de vacaciones, y mucho menos de lo que se puede hacer en un año sabático. Ni le importaba.

Nació en A Coruña cinco años después de que estallase la guerra civil. Era de naturaleza fuerte, lo que le permitió salir airoso de importantes problemas de salud. Dicen algunas crónicas que abrió los ojos en la carpintería de su padre, y allí creció; quizá, por eso, darle forma a un pedazo de madera siempre fue su gran pasión. En el negocio familiar comenzó como aprendiz y muy joven hizo sus primeros escarceos como emprendedor vendiendo las puertas que se fabricaban en el taller. A los 19 años decidió coger las maletas y emigrar a Alemania. Atrás dejó a sus padres y a sus hermanos, Ángel y Angelines. Quería crecer, pero nunca lo tuvo fácil. No le quedó más remedio que aprender a trabajar duro por poco dinero, algo que no entraba en sus planes.

Tras su vuelta en España -cuentan que su hermano y su padre fueron los que lo convencieron para que regresase- y con la fuerza de su personalidad, montó una empresa de reformas inmobiliarias. Fue su primera quiebra. En 1978 lanzó Fincas Galicia, que también quebró, pero de esta, recogen periódicos de la época, salió reforzado por su seriedad en el pago de sus deudas. Pese a las caídas levantó un nuevo proyecto, Edificaciones Coruñesas (Edicosa), y después Fadesa, que lo convirtió en una de las fortunas de la lista Forbes. Algunas de las obras que llevan el sello de Jove están, además de en Galicia, en Madrid, Andalucía, Marruecos, Polonia, Francia, Rumanía y México. No le hizo falta la universidad.

En la riqueza y en la pobreza, el empresario de ojos azules chispeantes siempre estuvo apoyado por Amparo, la mujer con la que se casó a los 24 años. Ella se mantuvo en un segundo plano. Tuvieron tres hijos: María José, Felipa y Manuel Ángel. Vivieron con su padre, trabajaron con él y le respetaron. Conocían bien sus virtudes y sus defectos. La muerte repentina de María José en marzo del 2002 por un aneurisma cerebral fue el mayor revés en la vida de Manuel Jove. A partir de ese momento, siempre estuvo muy pendiente de las dos hijas de María José. Y a su vez, las niñas presumen de abuelo, un papel que Manolo -como le llaman sus más cercanos- bordaba cuando se reunía con el resto de sus nietos (en total ocho; todas niñas, menos el más pequeño, un chico que lleva su nombre).

Manuel Jove Capellán era de esas personas listas y pillas. Se levantaba muy temprano y si tenía que alargar las sobremesas hasta cerrar un negocio era capaz de aguantar más que ningún otro comensal y amenizar cualquier tertulia. Como ejemplo fue la cena que celebró con Fernando Martín en el restaurante La Dorada, en Madrid, para cerrar el acuerdo de venta de Fadesa por 4.045 millones de euros. Jove, que ingresaría 2.209 millones, cerró la operación el 28 de septiembre del 2006 poco antes de que estallase la burbuja inmobiliaria. ¿Casualidad? Hay quien se acuerda todavía de que la última parte del pago por la venta de su gran inmobiliaria lo recibió en el último minuto del último día. Parece que ni se inmutó.

A partir de ahí creó Inveravante con negocios en la energía, alimentación, hoteles, parques de atracciones y hasta se hizo con el 5 % del capital del BBVA, el segundo banco de España.

Nunca le importó lo que de él pensaran los demás. «¡Mi querido amigo!», solía decir con una voz profunda al tiempo que pasaba la mano por el hombro y comenzaba alguna conversación relacionada con un negocio. Uno de los que más quebraderos de cabeza le generó fue Caramelo, una compañía de moda con la que se quedó «por sugerencia» de la Xunta, que participaba en el capital de la compañía, según relatan algunas fuentes. Puso todo de su parte para que la textil saliese adelante, pero no lo consiguió, y lo que más le dolió oír fueron las protestas de los trabajadores en las calles de su ciudad durante la reestructuración de la compañía.

Celoso de su intimidad, compareció ante los medios de comunicación cuando no le quedó más remedio: salida a Bolsa de Fadesa, intento de adquisición a través de una opa de Zabálburu, presentación de Inveravante, y poco más.

Cuando acabó la crisis, Manuel Jove volvió al ladrillo, donde siempre fue el rey por su capacidad de adquirir bolsas de suelo, gestionarlas, construir y vender. Sus habilidades sociales le fueron muy útiles para tratar -y alcanzar cierto grado de amistad- con políticos de todos los signos, incluido el rey de Marruecos.

Si el empresario gallego le estaba dando vueltas a algún negocio, con él solían estar «los tres pepes»: Pepe Fariña, Pepe Souto y Pepe Collazo, con los que en más de alguna ocasión discutió de manera intensa aunque sin más consecuencias.

Disfrutaba en una buena mesa , y de las fiestas con la familia, amigos de toda la vida y también con sus empleados. Eran habituales.

En las modernas instalaciones que Inveravante tiene en Linares Rivas (A Coruña) están aquellos empleados que con él habían impulsado Fadesa, su secretaria, su jurídico, su responsable de medios, su director general... En un lugar destacado, dos muebles impecables, de madera maciza, que recuerdan las habilidades del hombre de negocios que no le hubiera importado ser un ebanista de talla. En Galicia.