Las bolsas responden con fuertes bajas a la preocupación de la Reserva Federal por la debilidad de las economías de los países emergentes
19 sep 2015 . Actualizado a las 05:00 h.La prudencia ganó este jueves la partida en la crucial reunión de la Reserva Federal. Y la decisión de cerrar el grifo del dinero gratis quedó otra vez aplazada. Solo uno de los 17 miembros que componen la cúpula de la autoridad monetaria estadounidense quería dar ya carpetazo a una era que dura casi diez años, y subir los tipos. No es otro que el halcón Jeffrey Lacker, el presidente de la Reserva Federal de Richmond. Se quedó solo.
Piensan el resto de sus colegas, con la presidenta, Janet Yellen, a la cabeza, que es mejor no agitar más las ya revueltas aguas de la economía mundial. China se ha convertido en todo un señor quebradero de cabeza y es mejor no tentar al diablo. No vaya a ser que se complique la recuperación en casa por avivar el fuego fuera. Las economías emergentes están fuertemente endeudadas en dólares y no les conviene que el billete verde se revalorice. Y eso es precisamente lo que ocurrirá cuando la Fed decida elevar por fin el precio del dinero. Por no hablar de la posible huida de capitales desde esos países hacia Estados Unidos -en busca de los beneficios de un dólar fuerte- que la medida podría desatar. Con Brasil como bono basura y la sombra de la duda planeando sobre las cifras de crecimiento que facilita el Gobierno chino, no sería extraño.
Así que por qué no esperar. Si los tipos de interés llevan congelados en Estados Unidos en el mínimo histórico del 0-0,25 % desde diciembre del 2008, no pasa nada porque se queden ahí unas semanas más. Para qué arriesgarse. Es mejor esperar y ver lo que ocurre antes de mover ficha. Pero no todos los analistas están de acuerdo en que esperar sea lo mejor. Los hay que mantienen que lo que único que ha hecho Yellen ha sido retrasar, como mucho unos meses, una subida que es inevitable. Y eso, dicen, no es bueno. Puede dar paso a nuevas semanas de incertidumbre y volatilidad en los mercados.
Por eso, precisamente, porque los inversores no son amigos de la incertidumbre, y porque a algunos la cautela de Yellen les huele a una honda preocupación por lo que está sucediendo en territorios emergentes, las bolsas tuvieron ayer un mal día.
En casa, el Ibex 35 se dejó casi un 2,6 % y perdió otra vez la barrera psicológica de los 10.000 puntos. Cerró en 9.847,2. Acababa así una semana de bruscos vaivenes, con un tímido avance del 1,1 % en las cinco últimas sesiones.
Varapalo generalizado
Entre las 35 empresas que integran el indicador, los descensos más abultados los sufrieron Abengoa (-9,3 %), Sacyr (-5,2 %) y Repsol (-4,8 %), seguidos de cerca por los valores bancarios: el BBVA perdió un un 4,2 %; el Santander, un 3,5 %; Bankia, un 2,6% y el Popular, un 2,5 %. Solo dos de los 35 se salvaron de las ventas: Dia y Grifols.
Con todo, no fue la española la bolsa que peor lo hizo. Ese dudoso mérito recayó sobre Fráncfort, donde el DAX bajó un 3 %. París retrocedió un 2,5 %; Milán, un 2,5 % y Milán, un 2,6 %. Menos abultado fue el descenso con el que acabó el día el Footsie londinense, que cedió un 1,3 %.
El varapalo que sufrió el parqué germano se explica por el el daño que la fortaleza del euro puede acabar ocasionando a las compañías exportadoras, con fuerte peso en el mercado de valores alemán.
Primas de riesgo a la baja
Por ahora, la prima de riesgo sigue bajando de forma contundente. Ayer retrocedió cinco puntos, hasta los 128, con el interés del bono español por debajo del 2 %, después de un mes encaramado a ese listón por culpa de la inestabilidad que ha desatado China.