Al servicio de las personas

Xosé Cuns DIRECTOR EAPN GALICIA-REDE GALEGA CONTRA A POBREZA

ECONOMÍA

14 dic 2014 . Actualizado a las 05:00 h.

Podemos seguir maldiciendo y luchando contra la oscuridad, pero estamos obligados a encender velas. Este parece ser el lema de la economía social y solidaria. Empresas impulsadas por emprendedores u oenegés orientadas al mercado, rentables y buscando asegurar su eficiencia y viabilidad sin subvenciones. Pero con un fin alejado de lo lucrativo y más cercano al desarrollo colectivo e individual de las personas. Iniciativas innovadoras que desbordan el concepto de RSC al comprometerse desde su creación con la equidad, el trabajo entendido como desarrollo de capacidades, la sostenibilidad ambiental o el desarrollo de su entorno.

Abarcan prácticamente todos los sectores: producción y comercialización de alimentos (en Galicia, además de múltiples tiendas y cooperativas de consumo, hay propuestas en agroecología, redes de semillas, agricultura urbana o productos del mar); artículos de regalo, moda (17 empresas y Amarante Setem han creado la plataforma MOV3 Galicia Viste Consciente); banca ética (O Peto, Coop57 o Fiare); turismo y hostelería responsable; software libre; reciclaje; energía eléctrica limpia como Som Energia o Nosa Enerxía. E incluso, en breve, cine.

En el 2011 había en España 260 empresas articuladas en la Red de Redes de Economía Social y Solidaria (REAS), facturando 218 millones de euros y dando trabajo a casi seis mil personas. Todas con una filosofía de cooperación y trabajo en red, tratando de crear en cada territorio mercados y hasta monedas sociales, procurando ampliar la oferta de productos y servicios y visibilizarla mejor. REAS Galicia Rede SAL de cooperativas sin ánimo de lucro son buenos ejemplos.

Es un cambio de época apenas iniciado que se relaciona con fenómenos como el consumo o la economía colaborativa. Favorecido por las posibilidades de las redes sociales y su facilidad para contactar con consumidores que están descubriendo su derecho y poder para decidir que con su dinero pueden escoger una economía al servicio de los derechos humanos. Al fin y al cabo, es uno de los lemas del consumo responsable: esos mercados y grandes empresas que parecen tan inaccesibles e intocables, al final dependen de si decidimos comprar o no.