La semana pasada se dirigieron, uno y otro, al Congreso español y al norteamericano. Para el presidente de EE.?UU. su máximo problema es el desempleo (las últimas previsiones para el país lo sitúan en un 7,5 % en el 2014; y en la eurozona, en el 11,7 %), mientras que para el presidente del BCE el principal problema a enfrentar es la inflación (cuando esas mismas previsiones oficiales la sitúan para el 2014 en un 1,6 % en la eurozona; y en Estados Unidos, en el 2,7 %). Uno entendería que la cosa fuera al revés. Que en EE.?UU. estuvieran muy preocupados por su inflación y muy poco por su tasa de paro, y que, al revés, en la eurozona..
Las sorpresas no acaban ahí. Draghi está también muy preocupado por el déficit público, mientras que Obama le quita hierro al asunto. Draghi llegó a decir en Madrid que debemos seguir en el empeño, a pesar de que la eurozona en su conjunto ya cerró 2012 con un déficit primario nulo, mientras Estados Unidos o Japón alcanzaron un -6 %.
Lo que acaba de complicar del todo el asunto es que, con todos los diagnósticos invertidos, mientras en Norteamérica han salido de una recesión, la eurozona cae un 0,9 %. Y, son precisamente los países rescatados los que anotan más recesión.
Si crecimiento y paro sirviesen para dar calificaciones, habría que darle un notable alto a Obama y un suspenso bajo a Draghi. El BCE debiera tomar nota de la Reserva Federal, del Banco de Inglaterra y del de Japón que han decidido anteponer el crecimiento a la estabilidad. Obama habló de recortes desatinados, inversiones públicas sensatas, que la reducción del déficit no es un plan económico, de crear 15 centros globales de empleo y manufacturas de alta tecnología, energías renovables, modernizar puertos e infraestructuras, trabajar para que los autos puedan prescindir del petróleo y de aumentar el salario mínimo. No habló de inflación y muy poco de déficit. ¡Y eso que allí crecen 3 puntos por encima del conjunto de la eurozona¡