La playa que no quiere morir de éxito

Rocío García Martínez
rocío garcía A ESTRADA / LA VOZ

DEZA

E CUIÑA

La presión turística y la ausencia de ayudas públicas obliga al colectivo que gestiona A Praíña de Couso a fijar reglas que no todos aceptan con gusto

26 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La playa fluvial de A Praíña, en Couso (A Estrada), está de moda. Lo tiene todo: un arenal bien cuidado, aguas de la máxima calidad, un bosquecillo contiguo, un servicio de alquiler de kayaks y tablas de pádel surf, una ruta de senderismo, un área de autocaravanas, un aparcamiento y un chiringuito con pulpo y churrasco que en verano también ofrece música en vivo. Poco más se le puede pedir a una playa fluvial que, además, tiene vistas irrepetibles y permite refrescarse en el Ulla con el puente medieval de Pontevea como telón de fondo. El único inconveniente que tiene la playa es que no es pública, sino privada. Pública solo es la franja más próxima al cauce fluvial.

Hace apenas seis años el arenal era una bonita estampa del feísmo, con una selva de maleza presidida por una construcción de bloques abandonada. Hacía mucho tiempo que había dejado de considerarse una opción de baño. Pero entonces se creó la asociación Entre as Pontes y se marcó como objetivo poner A Praíña en el mapa. Alquiló la enorme finca contigua y, paso a paso y sin fondos públicos, la playa de Couso fue convirtiéndose en una alternativa de ocio interesante. Con la pandemia, además, la gente volvió la vista a lo próximo y A Praíña empezó a llenar.

Pero lo que comenzó siendo una alegría empieza a convertirse en una amenaza. Ahora la presión turística va en aumento, las ayudas oficiales siguen a cero y el volumen de usuarios pone en peligro la tranquilidad y el disfrute de los socios que contribuyen a mantener las instalaciones.

Al principio, en A Praíña no había ninguna normativa más allá del sentido común de cuidar el medio ambiente. La playa y el resto del entorno estaban abiertos a socios y no socios sin cortapisas. Con el tiempo, la asociación ha tenido que ir implementando normas para garantizar la sostenibilidad del proyecto. Y esas normas no agradan a todos. Y menos a los que desconocen la peculiar idiosincrasia de este paraíso fluvial y desembarcan con sus neveras dispuestos a pasar un plácido día de playa.

Entre as Pontes ha colocado un enorme cartel en la zona de acceso identificando el área como un recinto privado en el que están prohibidas las celebraciones —aniversarios, reuniones, comidas o eventos de cualquier tipo— salvo que tengan autorización previa. Tampoco se puede hacer uso de las mesas ni barbacoas de la zona de autocaravanas —reservada para los socio y debidamente acotada— ni de las vinculadas al chiringuito, que son solo para los clientes. Del resto del espacio puede hacer uso cualquiera, siempre que no monte mesas ni celebre eventos. En las últimas semanas también se ha regulado el acceso al párking, para disgusto de algunos. Hay uno público con unas veinte plazas en el acceso al puente medieval, pero se queda muy escaso. El de la asociación tiene cabida para 150 coches, pero ahora está cerrado con un portal, tiene un horario concreto y cuesta dos euros, aunque se pueden recuperar consumiendo algo por ese importe en el chiringuito de la playa.

El presidente de Entres as Pontes, Pedro Castañeda, avanza además que de cara a la próxima temporada van a tener que limitar también el acceso a los baños químicos. «Imos ter que poñerlle chave e que sexan só para socios porque con estes volumes de xente non damos mantido todo a punto», dice. Según asegura, «este ano estamos tendo entre 5.000 e 6.000 persoas de media á semana». «En domingos ou días de moita calor pasan por aquí máis de mil persoas», añade.

«O río é de todos, pero a finca que temos nós alugada non: podería estar a millo»

Las nuevas normas impuestas por la asociación que gestiona la playa incomodan a algunos visitantes. Siempre hay alguno que pretende usar las mesas del bar para tomar sus empanadas o que deja el coche mal aparcado para evitar pagar los dos euros del párking. A otros no les molesta acatar las normas que se encuentran, pero se declaran molestos con las formas. «Nosotros no sabíamos que era privado. No es lo habitual. Compramos la comida en un bar porque creímos que allí no había. Al llegar con las neveras el responsable del chiringuito nos dijo que si nos creíamos que el chiringuito vivía del aire. Nos dejaron comer sentados en las toallas, pero vinieron varias veces para recordarnos que no estaban permitidas celebraciones. Se creó mal ambiente. Yo creo que por el camino de la confrontación no se gana nada», cuenta una usuaria que tuvo una mala experiencia la semana pasada.

El presidente de la asociación, por su parte, asegura que hay usuarios que hasta ponen en duda que el espacio sea privado. «Algúns dinche que o río é de todos. O río é de todos, pero a finca de 3,5 hectáreas que temos alugada non e nós como asociación temos que ocuparnos de pagala e de coidala sen ningunha axuda pública. O único público que hai aquí é unha servidume de paso peonil e para pescadores de cinco metros ao pé do río. No resto podería haber unha leira de millo se quixeramos. Iso quero que quede claro», explica Pedro Castañeda. «O mantemento de todo isto cústamos uns 20.000 euros ao ano e os concellos non dan un peso, nin A Estrada nin Teo, na outra beira. Tivemos que poñer nós o subministro eléctrico con placas solares, os baños químicos e, para o ano, temos previsto un pozo, pero todo iso ten un custe. Temos máis de 150 socios de toda Galicia e de fóra e non podemos permitir que estean incómodos porque isto se satura. A xente que queira vir disposta a colaborar e acatar as normas ten as portas abertas. E os que non, que non veñan», dice tajante.