Muchas tradiciones en la producción y uso de zuecos permanecen intactas, mientras que otras fueron dejadas de lado a favor de la practicidad o comodidad. Por ejemplo, la suela de madera tiene clavada goma para que el caminante no resbale. Pero antes, en vez de goma, llevaba un hierro que semejaba la herradura de un caballo o pedazos de latas y chinchetas grandes para hacer durar más el calzado. El cambio tiene una explicación sencilla. Antes el que andaba con zuecos no resbalaba por ninguna parte porque los caminos eran de tierra. La zoqueira Elena Ferro explica que «además, cuando empezaron a andar los coches se prohibieron las chinchetas grandes, porque cuando se caían de la suela, todos los coches pinchaban. Así que se le empezó a poner la goma gastada de las ruedas de los coches, que también es antideslizante». De los dos materiales fundamentales con los que se hace un par de zuecos, el más difícil de conseguir era el cuero. Ferro cuenta que «en la época de la guerra no se podía comprar, porque el cuero era requisado para el ejercito, el que se utilizaba era de contrabando. En Lalín, Allariz, Noia y Carballo había muchos curtidores y por eso mismo, también muchos zoqueiros.Hoy, pasaron a la historia. Todavía se puede encontrar un hombre dedicado al oficio en Chantada y otro en Carballo. Elena recuerda que cuando tenía ocho años, «mi padre iba a la feria de Bandeira y ahí había siete u ocho zoqueiros vendiendo, ahora ya no». Con la llegada de la bota de goma y otros calzados industriales, el imperio del zueco en Galicia vio su fin. Pero a comienzos de la década de los 90 surgió un genuino interés por lo artesanal. Hasta ese momento se tenía a los zuecos como un símbolo de pobreza. «La gente mayor tenía muy mal recuerdo de los zuecos porque era el único calzado que había. Normalmente, un par de zuecos pasaba por todos los hermanos» comenta Ferro.