RAQUEL TORRES TESTIMONIOS Jacqueline Bonilla, inmigrante colombiana
14 may 2001 . Actualizado a las 07:00 h.Se enamoró de un lalinense en su país natal, Colombia. Hace cuatro años Jacqueline se trasladó a la capital de Deza, se casó y asegura estar plenamente adaptada. En su caso, la regularización de papeles fue sencilla. Eso sí, el trabajo sigue siendo su asignatura pendiente. Lleva cuatro años buscando empleo sin éxito, pero aunque asegura que «sí, me sentí discriminada en muchas ocasiones», está convencida de que ni su procedencia ni su color le han cerrado puertas a la hora de buscar trabajo. -¿Lalín es un pueblo acogedor? -En general sí, aunque al principio cuando salía sola todo el mundo me miraba y luego cuando me vieron con el cochecito del niño, alucinaban. -¿Se sintió discriminada por ser colombiana?. ¿Priman más los prejuicios o, por contra, la tolerancia? -La verdad es que tengo que decir que sí hay racismo. La gente se cree que todas las colombianas vienen a prostituirse. Le resulta difícil entender que hay personas muy preparadas, con un alto nivel de estudios y muy válidas. -Tiene 28 años y una amplia experiencia laboral en trabajos relacionados con la artesanía, las relaciones públicas y labores en almacenes. ¿Cree que su procedencia le resta posibilidades de encontrar un empleo? -No puedo decir que me han rechazado por ser colombiana. Siempre me han tratado correctamente. Creo que más bien tiene que ver con el hecho de que aún estoy tratando de convalidar el bachillerato, que cursé completo en Colombia. Creo que eso me ayudará.