Manuel Rosales, atleta veterano: «En Nueva York soy un mito»

DEPORTES

Ramón Leiro

Retirado de la competición por un marcapasos, con 86 años cumplidos, el corredor de Marín sigue en forma, aunque añora los toboganes de Central Park

28 dic 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Puro nervio Manuel Rosales (Marín, 1935). Me atiende a primera hora de la mañana para que le cunda el día y me responde con la misma contundencia con la que devora kilómetros cuando se pone; que aún se pone. Por si se les olvida según vayan leyendo, recuerden que este señor tiene 86 años cumplidos.

—¿Qué tal está de salud?

—Bien, bien. Tengo algunas operaciones encima (de la última aún tengo los puntos), pero estoy bien. Ahora, claro, hago deporte a un nivel muy bajo, pero llego a unos cuarenta minutos todos los días.

—Así que está convaleciente...

—Pero poco. La última revisión la tengo en enero.

—Pero ya no se plantea hacer esas machadas que hacía.

—No, ahora ya no. Tenía pensado pero, después de unos problemas que tuve, ya no. Me pusieron un marcapasos.

—Vaya.

—Fue hace unos años. Fui al médico, me vio las pulsaciones muy bajas y me mandó al especialista. Me hicieron una prueba y el médico me recomendó el marcapasos. Otros especialistas me dijeron que no me hacía falta, que eran las pulsaciones normales para un deportista de élite. Al final un amigo me dijo que ya no iba a conseguir grandes marcas y que el marcapasos, mal no me iba a hacer. Y me lo puse.

—El marcapasos le apartó de la competición.

—Porque mi corazón dejó de ser flexible. No pasa de 70 pulsaciones.

—¿Cómo le sentó este final?

—Ha sido un poco fastidioso. Yo tenía un amigo canadiense, Ed Whitlock, que murió hace unos años y que era el único que había corrido una maratón en menos de cuatro horas con más de 85 años. Yo tenía la ilusión de batir ese récord. Pero el marcapasos no me deja. Yo competí con él varias veces, daba gusto verle correr, parecía que volaba. Yo competía con mucho coraje, pisando fuerte.

—Llegan las sansilvestres y no puede ir a correr.

—Voy muy lento. A competiciones no voy, solo a mis clásicos. Trote suave, cuarenta minutos. Hago eso y andar en bicicleta, que fue mi deporte inicial.

—¿Es verdad que llegó a correr con Bahamontes?

—Sí. Mi padre había sido campeón gallego de fondo en carretera y yo empecé a competir desde muy joven. Cuando tenía 19 años, en una vuelta a Portugal, corrí con los hermanos Rodríguez, que eran muy buenos y con Bahamontes.

—Leí que dejó el ciclismo pronto, decepcionado.

—Sí, porque dos amigos murieron por la droga. Aquello me impactó mucho y lo dejé.

—A usted se le asocia, sobre todo, a la maratón de Nueva York. Seguro que la echa de menos.

—¡Claro! La he ganado ocho veces... me parece.

—Ha perdido la cuenta, ja, ja.

—La corrí catorce veces. En Nueva York dicen que soy un mito entre los atletas veteranos. Lo dice el organizador de la carrera en un reportaje que me enviaron.

—Seguro que da gusto correr en esa ciudad.

—Es impresionante. La gente anima mucho, pero no se puede hacer marca, porque tiene muchos toboganes, sobre todo cuando entras en Central Park. Y cuando vas cansado, los toboganes te hacen perder mucho tiempo. Pero es muy bonito. Es que, correr una maratón es una pequeña aventura; no es como correr cien metros o mil quinientos. La cabeza trabaja mucho y pasas momentos muy jodidos.

—¿Cómo gestionaba usted la cuestión mental?

—Para correr una maratón la mente tiene que funcionar bien, si no, no eres capaz. La mente te tiene que ayudar en los momentos críticos.

—Ha corrido en muchos sitios.

—En Nueva York, catorce veces; en Berlín, cinco; Londres, dos; Boston, Atenas, Japón, Australia, Nueva Zelanda...

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—¿Cómo se ha financiado todos esos viajes?

—Algo ponía yo y, el resto, con ayudas. Casas comerciales, algo me ayudó la Xunta, la Diputación... y así fui tirando.

—¿Le quedó alguna ciudad de las importantes por correr?

—No. Lo corrí casi todo.

—¿Aún se mantiene a dieta?

—Mi dieta es muy sana, casi se puede decir que soy vegetariano, con algo de pollo.

—Me dijeron que, después de entrenar, se tomaba una cervecita.

—Cuando entrenas fuerte, al acabar, estás falto de líquido, por eso una cerveza entra de maravilla y te hidrata bastante. Aunque no es conveniente porque tienes el hígado en carne viva y el alcohol no conviene para nada.

—¿Toma alguna pastilla?

—¿Pastillas, para qué? No, no tomo ninguna. Me mandaron tomar unos anticoagulantes... pero no tomé ninguna.

—Ja, ja. Pero las vacunas sí se las ha puesto.

—Sí, sí. Las tres.

—¿Cuál es su atleta favorito?

—Me gusta mucho Adrián Ben. Tiene mucho mérito. A mi me gustan los jóvenes que hacen deporte por amor al deporte. No tanto por dinero. Eso que gana Messi es un insulto al ser humano. Messi, Ronaldo y los demás.

—¿Será usted del Celta?

—Cuando me gustaba el fútbol era más del Athletic de Bilbao.

—Aparte del deporte ¿qué más le gusta hacer?

—Mis aficiones son enormes. Sobre todo estar aquí, en la finca. Me gusta mucho inventar cosas, porque yo soy mecánico.

—¿Qué tipo de inventos?

—Por ejemplo un dispositivo automático para el cinturón de seguridad de los coches. Me dieron una medalla de oro en Bruselas.

—Dígame una canción.

—Me gustan mucho las de Nino Bravo.

—¿Qué es lo más importante en la vida?

—Hacer bien a la sociedad. Y luchar contra la droga, que está acabando con la juventud.