Serena sofoca la rebelión de Garbiñe

Paulo Alonso Lois
PAULO ALONSO LOIS REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

FACUNDO ARRIZABALAGA | Efe

La estadounidense gana su vigésimo primer grande ante un proyecto de estrella que lució a ratos

12 jul 2015 . Actualizado a las 18:44 h.

Un rugido de furia se eleva sobre los aplausos de la catedral de Wimbledon, que recibe con cariño la llegada de una nueva dama del tenis. «Come on!». Grita de rabia y desahogo Serena Williams, la bestia del deporte actual, apenas acostumbrada a los rasguños. Cierra el puño porque siente su indiscutible reinado en entredicho y ese drive le vale el 6-4 inicial, el principio del fin, ante Garbiñe Muguruza. Sofoca como puede la rebelión de la tenista hispanovenezolana, de 21 años, la imagen sonriente del futuro, valiente, agresiva y ambiciosa. Comienza a manejar a su antojo la final para convertirse media hora después en la más veterana ganadora de un grande, con 33 años y 275 días (un dato que ilustra el desgaste físico y mental al que el tenis somete a las mejores). Así se escribe un posible cambio de guardia que se queda a medias. Pero la derrota de Garbiñe por un doble 6-4 deja una impronta de esperanza.

Dos tendencias marcan la final. Por un lado Muguruza se desata antes de sufrir vértigo de repente. Por eso arranca lanzada con un 4-2 a favor en el primer set, antes de perder nueve de los diez juegos siguientes y sufrir el 6-4 y 5-1 en contra. Por eso luego levanta esa situación adversa, de nuevo al ataque, hasta verse con servicio para intentar forzar un 5-5 que jamás llegará.

Pero también es cierto que el partido se juega al ritmo de la estadounidense. Salvo instantes en los que Muguruza quiere y puede atacar -algo al alcance de muy pocas con Serena Williams enfrente-, la final se balancea según conecte aciertos o errores la campeona de 21 grandes. Más poderosa con su servicio -aunque termine regalando ocho dobles faltas- y más constante en el reparto de latigazos, dicta el curso del partido. Por eso cuando camina a estrechar la mano de su rival luce un balance de 29 golpes ganadores por 15 errores no forzados, frente al 10/9 de Muguruza. Ella encarna una versión todavía mejor acabada de la apuesta agresiva de la hispanovenezolana.

El sexto título de Wimbledon supone el tercer Serena Slam, el logro de los cuatro grandes seguidos, aunque no en un mismo año, para la estadounidense. Y le deja a las puertas de conseguir el Grand Slam original si en septiembre levanta la copa del US Open, algo inédito desde que lo redondeó Steffi Graf en 1988. Mire por donde se mire, aristas de leyenda pese a su rendimiento discontinuo en algunos instantes de su carrera. Solo tiene un major menos que Graf y tres menos que Margaret Court.

Pese a la derrota, pese a esas lagunas en algunos momentos decisivos (la dolorosa doble falta con 5-4 en contra y 40 iguales en el primer set), para Muguruza queda la sonora ovación del público de la catedral durante la ceremonia de entrega de trofeos, el orgullo de sentirse capaz de discutirle a una leyenda la final a raquetazos y, sobre todo, la intuición de que el futuro puede ser suyo gracias a un juego que se adapta a todas las superficies, aún con margen de mejora. Mañana lucirá en el puesto número nueve del ránking mundial de la WTA.