Después de un inicio de temporada titubeante, el astro del Barcelona apunta a su quinto Balón de Oro ofreciendo su mejor versión y mostrándose como pieza clave en las dos últimas finales culés
07 jun 2015 . Actualizado a las 17:15 h.«Messi es el eslabón excluyente en cualquier línea de juego». Lo dijo el Tata Martino. A su manera. También lo había explicado, a la suya, Pep Guardiola, que lo conoce bien: «No hay sistema ni entrenador para parar a Messi».
La verdad es que a estas alturas de partido está todo dicho sobre Lionel Andrés Messi Cuccittini (Rosario, Argentina, 1987), cuatro veces Balón de Oro (desde ayer el quinto está más cerca) y con otras tantas Ligas de Campeones en su palmarés. Entre otras cosas.
Pero lo más destacable que ha hecho Lionel Messi por el balompié es, con toda probabilidad, haber excluido toda contingencia de un deporte tan azaroso como este. Es decir, desde hace tiempo, gana el equipo que tiene a Messi en sus filas, o sea, el Barcelona (Argentina todavía no ha sabido interpretar correctamente su juego).
Sin embargo, el astro culé ha ido evolucionando en su participación y peso específico. Esta temporada ha sido un buen ejemplo de ello. Ayer no marcó en la final de la Champions, pero se despide de la competición como segundo máximo goleador histórico (77 dianas, frente a las 78 de Cristiano Ronaldo) y pichichi de la presente edición (diez goles, empatado con Neymar y la estrella portuguesa del Real Madrid).
Sin embargo, fue decisivo en el partido con sus fogonazos. En su primer contacto con el balón, el rosarino conectó con los socios adecuados y todo acabó en el gol de Rakitic (1-0). A partir de entonces se mostró menos, pero estuvo atento a la segunda jugada entrando por el centro. Curiosamente las dos faltas que realizó el equipo español en la primera parte fueron obra de Messi, signo de su afán por imprimir intensidad ante el orden juventino. Si él no marcaba, podría ser suficiente con engrosar su estadística de asistencias (media docena en el campeonato).
Se vio con fuerzas el argentino con el Barcelona remando a favor de corriente y en el minuto 44 intentó la jugada que rompió la final de Copa del Rey contra el Athletic de Bilbao, comenzando por Evra, aunque en esta ocasión la pierna de Bonucci le obligó a apurar demasiado la línea de fondo y se quedó sin campo.
La jugada del minuto 50 con doble combinación al primer toque con Neymar y Suárez dibuja su papel en la final de ayer: puntual, pero demoledor. Finalmente y con empate en el marcador, un cambio de ritmo suyo derivó en el gol de Luis Suárez.
Ayer no estuvo Balenziaga para provocar el decisivo arranque de ira futbolística del barcelonista, pero Messi fue igualmente desequilibrante. Completó 59 pases y recorrió ocho kilómetros y medio.
Echando la vista atrás, la Liga se rompió tras el Mundialito del Madrid y cuando el diez azulgrana se propuso hacer limar asperezas con Luis Enrique. En aquel momento, Lionel Messi decidió ser campeón. Por partida triple.