Con una marcha, el modelo solo aguantó una mitad

Manuel García Reigosa
M. G. Reigosa EL PERISCOPIO

DEPORTES

14 jun 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

España fue fiel al molde que le ha servido para dar el salto de eterno aspirante a equipo capaz de ganar títulos, con su apuesta por controlar los partidos a través del balón. No es fácil cogerlo, acunarlo, esconderlo, moverlo y esperar hasta encontrar una grieta para pillarle la espalda al rival. Tampoco es sencillo para los contrincantes. Pero es inevitable que con el paso del tiempo vayan tomando nota y ajustando sus antídotos, de manera que a la selección de Del Bosque le va costando cada vez más conservar aquel dominio que en algún momento pareció incontestable.

Con ese modelo, y con una sola velocidad en su fútbol, de marcha corta, la selección española pudo llevarse el partido en la primera mitad. Porque se adelantó con el gol de Xabi de penalti y pudo dejar a la Oranje al borde del abismo en el balón que David Silva intentó picar sobre la salida del portero. Y ahí se acabó España.

Holanda tenía el partido muy estudiado. Trabajó una enormidad en la presión, excelente sobre el jugador que llevaba el balón, para tratar de no dejarle líneas de pase. Y ni bajó el pistón físico ni dejó de crecer.

Hizo mucho daño con sus diagonales a la espalda de Sergio Ramos y Piqué, que ayer no tuvieron un buen día. Se encontró con un inexplicable obsequio arbitral en el tercer tanto y siguió porfiando como si le fuese la vida en ello.

Más que la derrota, lo peor de la Roja es la sensación de impotencia. Pero siempre se puede buscar el lado positivo. Como diría Boskov, es mejor perder una vez por cuatro o cinco que cuatro o cinco veces por uno. A pesar de todos los pesares, todavía puede haber solución. Y ese es el nuevo reto para un colectivo que no ha parado de producir alegrías en la última década. Si es capaz de levantarse, seguirá alargando su leyenda. En Sudáfrica también empezó perdiendo, pero las señales eran más optimistas. Ahora el desafío es mayúsculo.