¿Tabla rasa? Una componenda imperdonable

DEPORTES

Lendoiro pretende robarle al Deportivo su derecho a que se depuren responsabilidades

26 dic 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Dice que no se presenta a las elecciones. Pero lo hace después de haber sido derrotado. Y desde luego no se quiere ir antes de que se apruebe el convenio de acreedores.

Lendoiro, en un último latrocinio imperdonable y cobarde para con el club, pretende robarle al Deportivo su derecho a que se depuren responsabilidades. Un derecho irrenunciable. Pretende que con la cortina de humo de su marcha, los actores que participan en esta desagradable película en la que ha metido al Deportivo se pongan una venda en los ojos. Curiosa pretensión, porque es justo ahora, con Lendoiro sin el control del accionariado, cuando bancos, acreedores, judicatura, Fiscalía, Agencia Tributaria y demás ya no tienen la atadura de un presidente manipulador que los amenaza con echarles encima al deportivismo.

Lendoiro quiere irse envuelto en un lazo de impunidad, aprobar un convenio que no le exija reparar los daños hechos al Deportivo y que dejará hipotecados de por vida a los que tomen posteriormente las riendas.

Es posible que todas estas cosas las ignoren conscientemente quienes le han hecho el coro con sus palmas a lo largo de su trayectoria, obviando que se encontraban delante de alguien experto en conculcar derechos fundamentales, la persona que esquilmó el club, ganó millones, colocó a la familia, mintió y pisoteó todas aquellas leyes que estorbaban a sus fines. Porque el todavía presidente contó con cómplices que, por acción u omisión, aplaudieron todos los intereses privados que en el nombre del Deportivo defendió el clan Lendoiro. Allá cada uno con los valores que defiende.

Pero ahora se pretende una segunda e imperdonable agresión al Deportivo, con una especie de tabla rasa.

Iniciar la nueva era viciada con un cambalache de este tipo no anuncia nada bueno, ni conducirá a buen puerto. El Deportivo necesita recuperar ciertos valores de los que todos podamos sentirnos orgullosos. Todos, claro, menos quienes aplauden incluso la comisión de delitos. O, simplemente, miran hacia otro lado.