Una hora del pentamedallista olímpico cangués con alumnos del colegio Anexo A Lomba de Vilagarcía
27 abr 2013 . Actualizado a las 12:16 h.«¡David!, ¡David!, ¡David!...» Cualquiera que ayer se hubiera pasado por delante de la entrada del colegio Anexo A Lomba de Vilagarcía a eso de la una y media de tarde lo oyó con claridad y asombro. Aún con la puerta de acceso al centro escolar cerrada, y las jóvenes gargantas entonando su cántico monocorde una planta por encima de las cabezas de los transeúntes. No era una canción infantil la que retumbaba más lejos de lo que pudiera parecer por la fuerza del sonido recogido en los oídos. Si alguno de los escuchantes se hubiera decidido a saciar su curiosidad y subido las escaleras del recinto, se habría encontrado a los alumnos de tercero y cuarto de Primaria de la escuela desgañitándose delante de la repetición de una de las cinco finales olímpicas que David Cal completó con su correspondiente medalla colgada al cuello.
A los chavales les dio absolutamente igual conocer el desenlace. Ellos solo pensaban en llevar en volandas al canoísta cangués hacia la meta como si en vez de estar allí mismo en su compañía compitiese en ese instante al otro lado de la señal del televisor que funcionaba en modo reposición.
Dieta, notas y novia
Cal acudió al centro invitado por su departamento de normalización lingüística dentro del programa «A elite na Lomba». Lo hizo para maravilla de la chavalada, por momentos enardecida con su ídolo, sometido a una rueda de preguntas que solo la limitación de tiempo del pentamedallista olímpico logró acotar. «¿Cuántas medallas tienes?», «¿Cuánto pesa una canoa?», «¿En qué piensas cuando compites?», «¿Qué sentiste cuando conseguiste tu primera medalla?» fueron algunas de las interrogantes fáciles para un Cal que también tuvo que confesar que «ahora mismo estoy algo pasadito de peso» inquirido por su dieta, reconocer que a la edad de su auditorio, nacido en su mayoría el año de su oro olímpico en Atenas 2004, «era un poquito vago en la escuela», o que no tiene novia.
Para finalizar, sesión de autógrafos, que acabó con los profesores haciéndose fotos con un gigante del deporte muy cercano, y que pareció encantado ante las decenas de pequeños ojos abiertos como platos que solo le quitaron la vista de encima lo justo para inmortalizar el momento con el click de sus pestañas.