El faro que ilumina a la «azzurra»

josé M. fernández REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

A sus 33 años, el Xavi de Italia está siendo el mejor centrocampista de la Eurocopa

30 jun 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

La referencia de Italia, el principio y el fin del sorprendente finalista de la Eurocopa. Trescuartista, fantasista o regista, Andrea Pirlo aguanta todo el abundante vocabulario con el que el Calcio adorna a sus futbolistas. Por ahora, está siendo el mejor centrocampista de la Eurocopa, el alma de la azzurra que menos recuerda a la Italia de toda la vida.

Tiene 33 años (nació el 19 de mayo de 1979, en Flero, una pequeña localidad cercana a Brescia), y una apariencia que le aleja de lo que se esperaría de una estrella del fútbol. Desgarbado, ojos saltones y melena lacia y escasamente cuidada, el arquitecto de la azurra. Más fútbol que glamur.

En cierta ocasión, Arrigo Sacchi confesó que en su etapa de director deportivo del Real Madrid, en el 2005, le aconsejó su fichaje a Florentino Pérez, pero el presidente blanco lo descartó con el argumento de que «Pirlo no gana balones de oro». Cierto; y difícilmente lo hará en un futuro, aunque, eso sí, ayudó a que lo consiguiera Kaka, dirigió el centro del campo del Milan durante un decenio y mañana se enfundará por 89 ocasión la elástica azzurra. Ha ganado todos lo títulos y si Italia es capaz de derrotar a España, Pirlo será el jugador de la Eurocopa.

Originario de Brescia, con cuyo club debutó en 1995 cuando solo contaba 16 años, Andrea Pirlo nunca ha ocultado su devoción por Roberto Baggio y Guardiola, con los que no llegó a coincidir porque fichó por el Inter dos años antes de que sus ídolos jugaran en el Brescia. No le fue bien y en la campaña 2000-2001 volvió cedido al Brescia. Allí, al veterano Carlo Mazzone, un Luis Aragonés a la italiana, se le ocurrió retrasar su posición veinte metros. Dejó de ser un trescuartista (enganche) o un fantasista para transformarse entonces en un regista (distribuidor). El pasaporte para fichar por un Milan en el que se convertiría en el metrónomo, en el jugador que le quitaba el sueño a Irureta en vísperas de que el Dépor se enfrentara al Milan: «Vosotros habláis de Shevchenko e Inzaghi, yo me preocupo de parar a Pirlo», un jugador que juega en corto y en largo, domina el arte de la pausa y el dinamismo y es también un magnífico lanzador de faltas.

En mayo del 2011, Pirlo anunció que abandonaba el Milan. Quería un contrato de tres años, pero Berlusconi debió pensar que si había ganado la Liga sin el metrónomo -lesionado- ,su equipo ya no lo necesitaba. Así que Pirlo hizo las maletas y aceptó la oferta del Juventus. Un regalo para la Vecchia Signora, que ganó el Calcio con un centro del campo a su medida, como ahora con Prandelli: en Italia, piensa y ejecuta Pirlo.

La azzurra se mueve al son de un futbolista generoso con los pies y cuyo único pecado de vanidad que se le recuerda lo cometió el domingo pasado, en la tanda de penaltis contra Inglaterra en Kiev. Se acercó de forma calmada al balón, tumbó a Hart con el gesto y emuló a Panenka. Una pincelada extraña en un futbolista respetuoso con el balón, con el fútbol y con los compañeros, pero que sirvió para cambiar el signo de la tanda de penaltis y empujar a Italia a la semifinal.

andrea pirlo líder de la selección italiana