Una carrera que no para de crecer

DEPORTES

La fiesta de meta congregó a ilustres como Óscar Pereiro, Andrés Díaz y Pedro Nimo, que compartieron asfalto con la ingente marea humana que se apoderó del centro de la ciudad desafiando a la lluvia

12 oct 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Los altavoces instalados en el palco de la música de los jardines de Méndez Núñez gritaron durante una hora y media los nombres de los mejores atletas que participaron en la carrera A Coruña 10 ayer por la mañana, lo que le daba cierto carácter competitivo a un evento que se convirtió en la gran fiesta del atletismo popular en la ciudad. Para no perder de vista la magnitud de tal circunstancia, al mismo tiempo, los más pequeñajos demostraban su potencial en la recta del teatro Colón.

Sobra decir que con casi tres mil presencias en todo el circuito, hubo escaso lugar a las ausencias. Ni la de Pedro Nimo que, lesionado, se quedó sin poder pegarse el dorsal en esta ocasión. Nombres como los de Andrés Díaz o José Carlos Tuñas (sinónimos de atletismo en la ciudad) se unieron al de Nimo y el presidente de la gallega Isidoro Hornillos. Incluso se contó entre los inscritos con el vencedor del Tour de Francia del año 2006, Óscar Pereiro, luciendo el 1647.

Los Pitufos (así se llamaba la categoría) de menos de siete años rivalizaron a su manera con los kenianos-récord de la competición, Kirui y Cherono. Todos pisaron el mismo asfalto en una carrera que nadie diría que cumple solo su tercera edición.

La lluvia retó a los coruñeses y visitantes (nadie es forastero), que acapararon la zona centro y la orilla atlántica en un circuito diseñado sobre un entorno inmejorable. En pleno esfuerzo, alguna falsa alarma puso en acción a los servicios médicos, que solventaron sin dificultades los mareos, acelerones cardíacos y pequeñas heridas surgidas en plena travesía.

Ovaciones al palco

Ya con las pulsaciones regresando a la normalidad, aquellos altavoces tomaron protagonismo y, con ellos, todo fueron buenas caras y gritos de ánimo a los que se subían al podio. Alguna niña recibió un «¡Guapa!» de su padre y ciertos veteranos recibieron una ovación por todo lo grande de sus compañeros de faena.

La multitud se disolvió a regañadientes al filo de las tres de la tarde, cuando el tráfico reconquistó los cantones y las papeletas de «clasificación provisional» se agitaban clavadas en ese corcho que ya debe estar pensando en la próxima temporada, con la maratón, media maratón y, por supuesto, con la carrera diez.