El Barça de Pep Guardiola

José M. Fernández

DEPORTES

En su debut en la élite, ha sido fiel a un estilo que nació con Cruyff, ha desactivado el entorno que acabó con Rijkaard y está en disposición de ganar tres títulos

18 may 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Un Barcelona a imagen y semejanza de Pep Guardiola. El que fuera uno de los mitos del barcelonismo de la década de los noventa, el noi de Santpedor (18-1-1971)el chiquito al que le cabía un campo de fútbol en su figura enclenque y que llevaba un entrenador desde su debut en Primera está a un paso de firmar la mejor temporada de la historia cule. El miércoles ganó la Copa; el sábado, la Liga. El 27, espera el Manchester.

Un éxito histórico, impensable nueve meses atrás, y que tiene aún más mérito porque el nuevo Barça ha sido fiel a su historia más reciente, a un estilo y un credo en el que lo importante son los jugadores y el balón: el cómo por encima del qué.

El asunto no comenzó excesivamente bien. Guardiola fue la baza, o el paraguas, que se sacó de la manga el cuestionado Joan Laporta para que gestionara la herencia envenenada de Frank Rijkaard, el caballero de modales exquisitos con dos títulos ligueros al que le traicionó su mano izquierda. Pep Guardiola compensaba su escasa experiencia en los banquillos (un ascenso a Segunda B al frente del filial) con su conocimiento de Cam Barça y del fútbol.

Trabajo y talento

«Creo en el trabajo, en el esfuerzo y en el talento» fueron sus primeras palabras al frente del Barça. Las siguientes lo presentaron como un entrenador de club, un empleado disciplinado que aceptó sin rechistar la propuesta de desprenderse de Ronaldinho, Deco y Eto'o, tres de los ejes del equipo que había ganado un par de Ligas y la Champions. Al delantero camerunés lo mantuvo porque el Barça no pudo hacerse con Adebayor y porque el jugador se comprometió con el trabajo colectivo desde la pretemporada.

Llegaron Alves, un lateral de larguísimo recorrido y un pulmón en la banda derecha; Keita, un todoterreno para el centro del campo; y Hleb, un complemento para el ataque. El resto, jugadores de cantera a los que conocía de su etapa en el filial, además de recuperar a Piqué.

Con estos mimbres, una filosofía forjada al abrigo de Johan Cruyff, Pep Guardiola ha levantado un equipo cuyo juego será recordado durante años. Las referencias al dream team , al equipo que creía por encima de todo que al fútbol se juega con el balón, son inevitables, pero Guardiola ha mejorado el modelo y el entorno, ya que ha llevado a rajatabla los nuevos hábitos: entrenamientos a puerta cerrada (excepto el cuarto de hora inicial), comidas en grupo y viajes en el mismo día del partido. Un esfuerzo extraordinario, hasta el punto de que, sostiene algún cercano, no estará mucho tiempo al frente del equipo. El argumento: «Una temporada demasiado exigente». Un desgaste excesivo incluso para el apasionado entrenador que vive las 24 horas por y para el fútbol.

Guardiola ha creído en el método por encima de todo, en un ADN culé. «Desde los 13 años he sido educado de una manera muy particular de entender el juego. Por eso me gustaría que mis equipos se lo pasaran bien jugando, que fueran protagonistas del juego», proclamaba antes de coger las riendas del filial del Barça. Ha cumplido. Una disciplina que nadie discute y un trabajo obsesivo al lado de su inseparable segundo, Tito Vilanova. Y siempre el balón. A partir de ahí, el Barcelona se ha adueñado de cada uno de los partidos; incluso cuando peor lo ha pasado (Mestalla o Stamford Bridge) ha sido fiel a un estilo.

Hasta diciembre con un continuo trabajo de rotaciones, en el que también han participado intocables como Messi (sus lesiones musculares han desaparecido), Eto'o, Henry o Márquez.

Pocas lesiones

El conjunto barcelonista no se ha visto perjudicado por las lesiones. De hecho, solo Iniesta, en un par de ocasiones, y ahora Márquez han tenido problemas que supusieran más de un par de semanas de ausencia.

Valdés ha sido un fijo toda la temporada. Cuestionado en el Camp Nou, Guardiola ha sido su abogado defensor. Alves, un prodigio físico, Puyol y Xavi han tenido menos descanso. Ellos han formado parte de los pasillos de seguridad a lo que tanto le gustaba apelar a Luis Aragonés.

Guardiola, el depositario de una herencia que arranca con Johan Cruyff, ha cumplido con su palabra. Ha desactivado el entorno que acabó con Rijkaard y ha concedido el peso ideológico a jugadores curtidos en La Masía. No se ha traicionado ni en la derrota ni en escenarios como el Bernabéu o Stamford Bridge. El premio, una versión mejorada del dream team . Y, por ahora, dos títulos.