Un luso de corte inglés

Pablo Gómez Cundíns
Pablo Gómez REDACCIÓN

DEPORTES

La progresión del ex ayudante de Bobby Robson en el Camp Nou es más que notable gracias al rigor británico que respalda su método

21 feb 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

Hay dos tipos de personas. Las que aman con promesa de eternidad a José Mourinho y las que lo odian con fervorosa retranca. Los primeros, han crecido a su abrigo. Los otros, se vieron pisoteados por su insultante éxito. Porque los triunfos de este portugués de Setúbal (1963) portan como marca de la casa la insolencia de un entrenador que no logrará quitarse de encima la etiqueta de traductor de Bobby Robson por más competiciones europeas que se adjudique merecidamente. La progresión de Mourinho es infinita. Confió en sí mismo desde el principio. Por eso soportó con estoicidad cinco años bajo la sombra de Robson y uno bajo el pie de Van Gaal. Tomó carrerilla en el Benfica y Uniâo de Leiría para dar el salto en el Oporto. Triplete en la temporada de su estreno y la Champions en la del adiós (la siguiente), pasando en las semifinales por encima del Deportivo a la vez que suponía un punto de inflexión en la, hasta entonces, excelente trayectoria blanquiazul. La cita sirvió para constatar que Mourinho se había convertido en un entrenador sólido, valiente en sus planteamientos, capaz de hacer jugar lo suficientemente feo a un equipo con tres defensas y tres delanteros como para amarrar el resultado conveniente, incluso si este debe ser un empate a cero. El luso se mostró agresivo en sus declaraciones, pero violentamente realista («Riazor no es Old Trafford, el público no marca goles ni hace faltas») lo que fue interpretado como arrogancia o vanidad. Tras apear al Dépor, reforzó su acierto en el duelo de estrategas: «No sé si se menospreció nuestra capacidad o fue la euforia que había en el Deportivo por estar a un paso de la final, pero fue todo absolutamente perfecto, no sucedió nada que no hubiésemos pensado o trabajado, incluso habíamos estudiado con antelación la entrada de Diego Tristán». Estas palabras resumen la filosofía del actual entrenador del Chelsea, líder de la Liga inglesa y próximo rival del Barcelona en la Champions (mañana a las nueve menos cuarto de la noche, televisado por TVE). Experto en motivación agresiva, Mourinho lo basa todo en el trabajo metódico y la concentración. Antes de jugar ante el Dépor, se concentró en el balneario de Guitririz. En esta ocasión, viajó directamente con su Chelsea a Barcelona tras perder en la Copa inglesa en Newcastle (1-0). Fue eliminado y se lesionó Wayne Bridge, pero la obsesión de Mourinho por la eficacia le llevó a decir que no piensa llorar por ello y que asume la responsabilidad de las derrotas de su equipo, pero no la de las victorias. En unas pocas horas, el mejor entrenador del mundo en el año 2004 se presentará en la que fue su casa con toda su rectitud, con un Chelsea armado a su medida y sin fisuras tácticas, y dispuesto a contrarrestar a la brava la magia de Ronaldinho y compañía. «Nunca hemos perdido dos partidos seguidos», zanja por si quedaban dudas.