Llegó tarde al atletismo, con 19 años, pero su progresión le convierte en un serio candidato a ocupar una de las tres plazas del 5.000 español en la cita de Atenas
16 mar 2004 . Actualizado a las 06:00 h.El sueño de mi vida, el de todo deportista, no está tan lejos. Mirándolo bien está muy cerca para una persona que llegó al atletismo demasiado tarde, ya con 19 años, y que no lleva más de un ciclo olímpico tomándose en serio esto. Mi objetivo máximo no es imposible. Al verlo ahí tan cerca me acuerdo de mis inicios. Del campeonato de España sub 23 en 1.500 metros que gané en mi segundo año como atleta. Me acuerdo del cambio de distancia. Progresaba en el milqui , pero no pasaba del quinto o sexto puesto, no tenía las condiciones físicas necesarias para competir con atletas como Reyes Estévez, Andrés Díaz, Higuero o Redolat. Por eso mi entrenador (Mariano García Verdugo, hombre preparado en donde los haya) me cambió de prueba hace tres años. Hicimos entre otros experimentos un 5.000 para probar y aquí estoy. Lleno de optimismo. Trato de que el atletismo no absorba toda mi vida. Soy licenciado en INEF y estoy haciendo magisterio, aunque de aquella manera . Me levanto todos los días a las nueve de la mañana para hacer las tareas domésticas. Vivo en A Coruña, en un piso de la familia, con mi hermana -y, además, mi masajista- y un amigo. A las once me voy a entrenar. Por la mañana siempre hago las sesiones más fuertes, por eso a la vuelta y después de hacer y devorar la comida me echo una siesta de hora y media ¡Qué menos! A las cinco me levanto, me entrego a la lectura o veo un poco la tele y vuelta a entrenar. Y cuando hablo de entrenar no me refiero sólo a correr y a acudir al gimnasio. En mi preparación también entra la apnea, tanto que me he pasado mis buenos ratos buceando en la piscina, dependiendo del macrociclo de preparación. Es la fórmula para paliar la falta de altitud en Galicia y acumular resistencia. Lo dice mi médico, pieza fundamental en toda la planificación, a partir de un estudio de los submarinistas del ejército. Claro que ahora, en mayo, voy a cambiar la piscina por la altitud de la estación de Cabeza de Manzaneda. Allí estaré dos meses a 1.800 metros sobre el nivel del mar para acumular todo el trabajo que sea necesario para después luchar en las mejores condiciones por una de las tres plazas que dan derecho al 5.000 de los Juegos Olímpicos. Jesús España, el campeón nacional, Carles Castillejo y Yusef el Nasri serán mis principales rivales. Para conseguirlo tendré que hacer una mínima de 13?min 21.50?s. No tengo ninguna duda de que si lo logro, para eso debo rebajar mi tiempo en un segundo y cinco décimas por kilómetro ¡Parece más fácil de lo que es en realidad!, estaré en la selección para Atenas. Todavía no he decidido por completo en dónde buscaré la mínima, pero San Sebastián el 3 de julio será un fijo en el calendario, quizás también Oslo, en donde competí de maravilla el año pasado. No descarto una tercera prueba. Espero tener la tranquilidad como aliada. perfecta Soy una persona relajada por definición, rara vez me altero, aunque los últimos acontecimientos me han dejado mal el cuerpo. Juega a mi favor en este sentido vivir en A Coruña. Yo siempre digo que la soledad está bien y aquí somos muy pocos atletas. Cuando voy a hacer algún test a Madrid me doy cuenta de que todo el mundo vive el atletismo a todas horas y a velocidad de vértigo. Siempre pendientes de las marcas y de las sensaciones de los demás. Es horrible. Aquí vas a lo tuyo. Aunque sea sin instalaciones, echando de menos una infraestructura digna, pero con la confianza ciega de que el sueño olímpico, mi ilusión, es posible. Lo intentaré sin ninguna presión, después de culminar una buena campaña invernal, de quedarme a las puertas del Mundial de Budapest y con un título autonómico en el cross corto en el bolsillo. Son argumentos más que suficientes como para pensar en un verano con mínima y la cita ateniense. X. R. Castro