FÚTBOL
22 ene 2002 . Actualizado a las 06:00 h.Quien habla con él lo define como un hombre educado, tímido, que se expresa en voz baja, que muestra un profundo respeto por todos. Un santo, vamos. Pero sin devotos, porque quien lo sufre, abomina de él. En público, Chechu Rojo (despedido ayer de su cargo de entrenador del Zaragoza) es un azote. Castiga a sus jugadores, a los árbitros, a los directivos y a la afición. Los rivales tampoco se libran de sus comentarios, algunos memorables. El vasco tranquilo ya recibía el apodo de polvorita en sus tiempos de pelotero en el Athletic. En las últimas fechas, de las más complicadas de su carrera, nadie osaba contestarle... salvo La Romareda. La canción del invierno del 98, el Chechu, vete ya, compitió cuatro años después en popularidad con los grandes éxitos de Operación Triunfo. Quizás por ello, el técnico bilbaíno y el equipo se mostraban más cómodos cuanto más lejos del Ebro estaban. Fracasar en tres competiciones (Supercopa, Uefa y Copa del Rey) pudo hacer mella en el discurso de Rojo. Esta fue una de las claves del divorcio con la afición. El público, desquiciado, siempre recordará frases hemos jugado bien, merecimos más o nos faltó suerte después de goleadas de libro. De hecho, la última ovación que recibió Chechu Rojo de La Romareda fue en marzo del año pasado... cuando visitó el campo zaragozano entrenando al Athletic Club. Pero el punto de máxima tensión se vivió ante el Villarreal cuando Acuña se disponía a lanzar (y convertir) un penalti salvador bajo un atronador abucheo a su entrenador encabezado por los seguidores radicales del Zaragoza. La guinda y el cachondeo llegaron, cómo no, del sur. Hasta el Pizjuán entonó cánticos contra Chechu Rojo.