Israel, Austria y Malta consiguen el pase a la final de Eurovisión en una noche reivindicativa

Fernando Morales COLPISA

CULTURA

La cantante Yuval Raphael, representante de Israel, canta en la segunda semifinal de Eurovisión
La cantante Yuval Raphael, representante de Israel, canta en la segunda semifinal de Eurovisión DPA vía Europa Press | EUROPAPRESS

El sábado actuarán 26 países, los finalistas para alzarse con el micrófono de cristal

16 may 2025 . Actualizado a las 10:10 h.

El ruido ha invadido Basilea durante la segunda semifinal de Eurovisión. Y no por las extravagantes representaciones de gran parte de los países que luchaban por conseguir un pase a la final, sino porque el público abucheó a Yuval Raphael, la representante de Israel que, pese a todo, ha conseguido ser una de las diez clasificadas. Y es que si la política estuviera al margen en el festival, la propuesta israelí, defendida por una superviviente del atentado terrorista de Hamás del 7 de octubre, sería una de las favoritas, por su propuesta, para alzarse con el micrófono de cristal de la 69 edición del certamen.

Si «Unidos por la música» es el lema del festival, las opiniones contra Israel, donde incluso RTVE ha pedido a la UER estudiar la participación de Israel en el festival, han sido la tónica constante de la jornada, donde incluso durante el segundo ensayo de la represetnante fueron expulsados seis espectadores de Basilea por sus protestas contra la representante, quien ha asegurado que ha llegado a ensayar su número con abucheos de fondo por lo que pudiera pasar. Pero volviendo a la música, la noche estuvo llena de una gran variedad de números en los que si alguien encendía la televisión sin saber que echaban, poco tardaría en adivinar que lo que estaba viendo era el evento musical más importante de Europa, pese a todo.

Pero quien ha servido leche para todos los europeos este jueves fue el representante de Australia. Desde allí, de chocolate, de vainilla y hasta sin lactosa, Go-Jo abrió una segunda semifinal con una performance al mas estilo ochentero. Un número bailable y cómico con el que aludió a su propia sensualidad de una manera hilarante: «puedo asegurarte que quieres probar el sabor del hombre batido» cantó el representante australiano, quien finalmente, pese a su número, no logró conquistar al público.

Con los diez clasificados de esta noche, y los cinco desclasificados (Australia, Montenegro, Irlanda, Georgia, Serbia y Chequia), ya se conocen todos los países que el sábado tendrán la oportunidad de cautivar al exigente público eurovisivo y convertirse en ganador de una edición que si bien se ha intentado, no ha podido evitar la polémica. Porque el eurodrama no se clasifica, el eurodrama habita el espacio que cada año hace de anfitrión en la organización del festival. Si no que se lo digan a la representante de Malta, que se vio obligada a cambiar el nombre de su canción para no hacer alusión a una expresión soez.

Aunque todo hay que decirlo, a pesar del cambio de nombre, las alusiones que la UER pretendía evitar no se han ocultado, sino que han resaltado gracias a una artista, Miriana Conte, que empezaba su actuación saliendo de unos grandes labios rojos junto a una bola de discoteca. Una de las apuestas más eurovisivas de la edición, por su nivel extravagante, y cuyo nombre original Serving Kunt es una expresión inglesa que significa «sirviendo coño». Y con veto o sin veto, lo sirvió y logró el pase a la final.

Aunque en blanco y negro, como si en mitad del océano se encontrara, quien puso la voz al festival, a la buena me refiero, fue el joven representante de Austria, que entremezclando la opera con la música electrónica, Johannes Pietsch montó sobre el escenario de Basilea un auténtico remolino y oleaje de emociones con su Wasted Love (Amor desperdiciado). ¿Será la mezcla de estilos lo que triunfe en Eurovisión? Fue la misma apuesta de Nemo, quien se alzó con el micróofono de cristal en 2024. Y en esta ocasión, al representante de Austria lo situán como uno de los posibles ganadores del festival. Habrá que esperar al sábado para ver si esto es lo que busca eurovisión y hacia donde tienen que ir las apuestas del resto de países.

Pero como no podía ser de otra manera, se cantó al amor, y a la sesualidad, como cantó la finlandesa Erika Vikman, quien acabó volando sobre un micr´ofono para escenificar el punto climax. Una noche llena de reinvidicación, donde varias fueron las apuestas que cantaron por la mujer, por el trabajo femenino y, también, por los derechos de las personas LGTBIQ+, como hizo el representante de Chequia que, sin éxito, puso voz a un amor apasionado pero que está llegando a su fin. Adonxs, junto a Laura Thorn, de Luxemburgo, y Sissal, de Dinamarca, fueron los encargados de las reivindicaciones sociales en una jornada en la que también hubo momento para llevar hasta el escenario de Eurovisión aquellos artistas que no pudieron participar en el festival de la canción del 2020 como consecuencia de la pandemia de la covid-19.

Amenizaron una velada en la que Reino Unido se subió al escenario para contar la historia de una noche loca de la que sus protagonistas no se acuerdan qué pasó. Haciendo recuerdo a las princesas disney, como tres amigas que no saben donde están, con miradas de complicidad y susto a partes iguales, las representantes de Reino Unido, Remember Monday, cantaron una pegadiza y divertida canción que se abandera del humor y lo adorna con un estilo sacado del teatro musical.

Abucheos y pitos durante los ensayos

Durante el ensayo oficial previo a esta segunda semifinal, ya hubo críticas entre el público hacia la israelí Yuval Raphael. Mientras interpretaba New Day Will Rise, hubo gritos en el recinto St. Jakobshalle de Basilea. Unos pitos y abucheos entremezclados con aplausos al final de las pruebas de iluminación y vestuario.La cadena pública suiza, SRG SSR, responsable de la organización del festival en esta edición, emitía después de lo ocurrido un comunicado señalando que parte de las seis personas responsables principalmente de las protestas pertenecían a una misma familia. Todas fueron obligadas a abandonar el auditorio por alterar la actuación con una bandera palestina de grandes proporciones y un silbato.