Murakami: «Si un ordenador tuviera tantos fallos como mi cabeza, se podría romper»
CULTURA
El escritor japonés, premio Princesa de las letras, dice que no teme la llegada de la IA a la literatura y que desechó el uso de las redes sociales
18 oct 2023 . Actualizado a las 22:17 h.Al escritor japonés Haruki Murakami (Kioto, 1949) no le preocupa la llegada de la inteligencia artificial (IA) al ámbito de la literatura, y defiende la manera tradicional de concebir y elaborar la obra por su autor. «Mi cabeza está llena de fallos, y yo escribo con esa cabeza. Si un ordenador tuviera tantos fallos como tengo en mi cabeza se podría romper», ironiza Murakami en una entrevista concedida en Oviedo, donde este viernes recibirá el Premio Princesa de Asturias de las Letras.
Para el autor de Tokio blues, «la cabeza del ser humano es capaz de funcionar incluso con fallos, pero un ordenador no», una desconfianza hacia la IA que hace extensiva a las redes sociales, pese a haber llevado a cabo iniciativas como la de un consultorio con sus lectores. «He probado un poco las redes sociales, pero llegué a la conclusión de que no me sirven, así que no las uso ahora», relata Murakami tras lamentar que, en un primer momento, pensó que podrían haber ayudado a crear una democracia «de alguna forma nueva», y terminaron «decepcionándolo» hasta desecharlas.
La influencia de las redes sociales y del conjunto del proceso de digitalización puede hacer, señaló, que a una gran mayoría el ritmo de las novelas les parezca «muy lento», aunque a la vez se mostró convencido de que las obras literarias «perduran más». «Tengo fe en el poder de las novelas y las historias. A lo mejor, hay poca población en el mundo que acepta una información lenta. Aunque sean el 10 o el 5 %, confío mucho en la fuerza de esas personas», subrayó.
En su tercera visita a España para ser premiado, tras recibir en el 2009 el San Clemente en Compostela —los alumnos «eligieron mi libro como el mejor del año», rememora— y el Premio Internacional Cataluña 2011, asegura sentirse «agradecido». El jurado reconoce su capacidad para expresar algunos de los grandes temas y conflictos de nuestro tiempo, como la soledad, la incertidumbre existencial, la deshumanización en las grandes ciudades, el terrorismo o el cuidado del cuerpo y la propia reflexión sobre el quehacer creativo, además de un carácter de nexo entre la cultura oriental y la occidental del que reniega. «Solo escribo lo que me da la gana, y no pienso nada sobre desempeñar un papel del Este o del Oeste, ni en servir de puente», advierte Murakami, que llegó a la literatura tras años como traductor de autores como Capote, Scott Fitzgerald, Salinger, Raymond Carver o John Irving, a los que leyó en inglés en su etapa en el instituto. Así, cuando a finales de los setenta decidió cerrar el bar de jazz Peter Cat que regentaba en Tokio junto a su esposa para dedicarse por entero a la literatura, su desafío consistió en cómo expresarse en lengua japonesa a partir de la innegable influencia que habían tenido sobre él esos autores.
Catalogado como autor de culto y convertido después en uno de los escritores más vendidos del mundo, un Murakami más que esquivo con todo tipo de actos públicos admite con rotundidad durante la entrevista no sentirse «cómodo» con el hecho de ser famoso, dado que se considera «una persona íntima que escribe historias íntimas». «Yo prefiero una vida tranquila. Estoy feliz solo con tener conmigo libros, música y gatos. Aun así, me alegro mucho de que me lea mucha gente», afirma el autor, reconocido melómano, que se confiesa orgulloso de haber sido capaz de alejar la música de sus últimas novelas.
No obstante, advierte, la música le sale «naturalmente» y siempre lo acompaña. «Al levantarme y cuando empiezo a escribir, escucho música clásica. Cuando corro o conduzco el coche, escucho rock, y por la noche, jazz», detalla sobre la dieta musical que sigue a diario y recuerda, también con agradecimiento, la afirmación de Patti Smith de que el Nobel otorgado a Bob Dylan debió ser para él.
A sus 74 años, Murakami también se muestra satisfecho y sin arrepentirse de la decisión de cerrar a finales de la década de los años 70 su club de jazz en Tokio, el Peter Cat: «Me vino bien trabajar todo el tiempo concentrándome en escribir como un escritor dedicado solo a ello. Fue muy difícil compaginar dos profesiones», recuerda sobre los primeros pasos de su carrera literaria. Una vocación por la escritura que el primer autor japonés en ganar el Princesa de Asturias de las Letras asegura que se despertó en él a los 29 años mientras veía un partido de béisbol, el deporte que inspiró también la carretera literaria del autor premiado en el 2015, el cubano Leonardo Padura.