El mundo de Camba se llama Vilanova

CULTURA

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La biografía más íntima del escritor muestra el gran vínculo con su villa natal

10 ene 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

«Puede ser que Camba se iniciara como galeguista en Marín, que se forjara como exaltado anarquista en Buenos Aires, que se transformara en anarko aristócrata en Madrid, que adquiriera marchamo de bon vivant en París, modales de dandy en Londres, ínfulas de hombre moderno en Nueva York o incluso que disfrutara de los placeres de la dolce far niente en Roma... Pero donde germinó como escritor y se impregnó del humorismo genuino fue en Vilanova de Arousa. Así lo reconocen los hermanos Camba en sendas entrevistas y lo ratifica una carta de Pastor Pombo Ferro». Esto sostiene Benito Leiro (Vilanova, 1957), periodista autor de la biografía Julio Camba. Un nudista en Vilanova (Teófilo Edicións). Si Celso Emilio Ferreiro decía haber nacido «onde o mundo se chama Celanova», Camba confiesa algo semejante en la entrevista que sirve de prólogo a su segunda novela por entregas, El matrimonio de Restrepo; al ser preguntado por su lugar de nacimiento habla de Vilanova y de la posibilidad de que el entrevistador la visite: «El viaje es muy largo y muy costoso; en menos tiempo y por menos dinero se va usted al Polo Norte, pero ¿qué va a hacer usted en el Polo Norte? En Villanueva de Arosa, en cambio, podrá admirar uno de los paisajes más hermosos del mundo. Se lo digo a usted sin pizca de vanidad, ya que ni el paisaje es obra mía ni yo lo elegí siquiera como lugar de nacimiento». Camba en estado puro.

La biografía de Leiro desvela hechos desconocidos como que «con doce años, Julio elabora junto a su hermano Francisco, que tenía dos años más que él, un periódico en su propia casa. Lo hacen de forma totalmente artesanal, con dibujos propios». Lamenta el biógrafo que no se conserve ninguna de sus primeras creaciones y sentencia: «Es un genio prematuro, de inspiración y formación autodidacta. Antes de cumplir 20 años ya había publicado más proclamas, crónicas y artículos que otros en toda su carrera profesional».

Con 12 años Camba era «rebelde, travieso e incorregible, capaz de sacar de sus casillas al padre, al maestro y al cura del pueblo», resume Leiro que recoge un artículo donde el escritor se definía como «un Don Juan ateo, seductor y cruel» y relataba: «Yo había comenzado entonces a fumar y estaba ensayándome en echar el humo por las narices», un acto que «era para mí el signo más fuerte de la virilidad, y lo ejecutaba solemnemente delante de mi novia, la cual ya vestía de largo». Era, apunta Leiro, la forja del rebelde que sería durante toda su vida.

Y es que Camba, argumenta, «nunca se sintió escritor ni periodista. Como mucho, toleraba la etiqueta de articulista». A pesar de ello, cuando se pone en marcha el Registro Oficial de Periodistas solicita su carné. Es uno de los muchos documentos personales que, junto con numerosas fotografías, forman parte de esta biografía. En dicha solicitud se puede leer: «Títulos académicos. Ninguno. Idiomas: Francés, inglés, italiano, alemán y portugués. Profesiones ajenas al periodismo. Ninguna». En la parte baja de la solicitud hay una nota manuscrita relacionando algunos de los numerosos periódicos en los que trabajó.

Cartas y sardinas

Esta biografía, la más íntima sobre el escritor, incluye cartas que escribía a su madre desde distintos lugares, otro ejemplo del vínculo permanente con su tierra natal; así para explicarle como es el barco Majestic, en el que va a llegar a Nueva York, le dice, obviamente exagerando: «... Es tan grande como desde el Cabo hasta el Montiño». Esto ocurre en 1924 y dos años más tarde otra misiva empieza así: «Queridísima madre: Tengo muchas ganas de comer las sardinas de las que V. me habla, pero más ganas todavía de darle a V. un abrazo».

La debilidad no era solo por las sardinas de su madre ya que en La Casa del Lúculo o el arte de comer escribe: «Yo suelo comer sardinas todos los años en Galicia, donde me las asa Pepe Roig, el boticario de Villanueva de Arosa. Si usted quisiera que Pepe Roig le confeccionase unas píldoras yo le daría con mucho gusto una recomendación para él; pero si quiere que le ase unas sardinas, no le hace a usted falta recomendación alguna...».

Explica Leiro que esta biografía es el resultado de la recogida de testimonios y documentos durante tres décadas, en un principio sin un objetivo concreto. Entre los testimonios está el del barquero Ventura Portas que lo llevaba a la playa de O Terrón donde, cuando no había ni bañistas ni turistas, Camba practicaba el nudismo. Lo contó en 1910 en una crónica en El Mundo: «Se desnuda uno en un rincón de la playa, esquivando las miradas de los chicos que le harían burla y, cuando va a lanzarse al baño, el amigo de la localidad exclama indefectiblemente: ¡La verdad es que esto no puede ser más pintoresco!». La intención del escritor no era escandalizar y prueba de ello es que en una ocasión unos bromistas le hurtaron la ropa y «cuando llegó la hora de volver a casa, el bañista, ruborizado, se ocultó como pudo en el fondo de la gamela, para que no lo vieran desnudo los paseantes de orillamar». Y el barquero amigo le fue a buscar ropa.

Es una de las muchas intimidades que revela esta biografía, entre ellas el motivo por el que no se casó: «Después de todo, si me hubiera casado, lo más posible es que me viera como me veo. Solo. Porque mi mujer me hubiera abandonado. Reconozco que soy hombre difícil de aguantar». Esto decía en 1939.

Del hombre al que nadie vio escribir al que fue don Quijote

 

 

«Era muy supersticioso y si veía a un tuerto iba rápidamente a tocar madera», afirma Benito Leiro sobre Julio Camba. Una de sus manías era que nadie le viera escribir, «consideraba que era un acto íntimo. En los últimos años, a veces escribía en la cama», explica el biógrafo. Insiste en la importancia de los testimonios de las personas que le conocieron, sobre todo de la familia Pombo Ferro. Uno de esos testigos fue el escritor Marino Gómez-Santos (Oviedo 1930, Madrid 2020) que «era amigo suyo en los últimos años» y dudaba de la versión de que fuera el banquero Juan March el que pagó la estancia de Camba en el hotel Palace. «No hay nada que documento eso y parece más probable que fuera un acuerdo con la dirección del hotel, porque ocupaba una habitación secundaria, ya que se conformaba con poco, y para el hotel era un prestigio tenerlo: venían a visitarlo artistas, escritores, toreros...». Entre estos últimos estaban Juan Belmonte, al que Valle-Inclán le espetó un día: «¡Juanito, no te falta más que morir en la plaza!», a lo que el torero respondió: «Se hará lo que se pueda, don Ramón».

Belmonte era amigo común de Valle y Camba. Esa relación de los dos escritores ocupa un capítulo de esta biografía. A pesar de la diferencia de edad Valle admiraba a los jóvenes anarquistas. Cuando el autor de Luces de bohemia quiso volver a Galicia, Camba fue uno de los que se movilizó para que el gobierno le diera un pazo en el que vivir, aunque la iniciativa no salió adelante.

Otro testimonio del libro es el de Augusto Asía que coincidió con Camba en Londres. Asía le contó a Leiro como una vez iban paseando los dos y les asaltó «una de esas viejas inglesas» para que firmaran en contra de la pena de muerte. Lo hicieron y a la mujer se le iluminó la cara al ver la firma de Camba: «He oído su nombre antes», le comentó en inglés. Camba había firmado: «Don Quijote de la Mancha».