De «El último tango en París» a los vestidos de la Pedroche: lo verde siempre empieza en los Pirineos

CULTURA

Colas enun cine madrileño, en 1977, en el primer pase de la película en España, cinco años después de que hubiese sido estrenada en otros países
Colas enun cine madrileño, en 1977, en el primer pase de la película en España, cinco años después de que hubiese sido estrenada en otros países LVG

La vergüenza ajena que produce contemplar con la mirada actual el cine de destape «made in Spain», que estos días ha salido de su caverna para adornar los obituarios de la fallecida Ágata Lys, no es menor que la que causa rescatar de nuestro archivo el alboroto que hace ahora 50 años generó en España «El último tango en París».

05 ene 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La película Lo verde empieza en los Pirineos (Vicente Escrivá, 1973) es el relato perfecto de una época: tres machitos interpretados por los actores José Luis López Vázquez, José Sacristán y Rafael Alonso viajan a Biarritz para ver El último tango en París, prohibida por la censura franquista, y de paso echar una cana al aire. Estos días leemos en las noticias que lo verde se encuentra ahora de este lado de la frontera, pues son los de Perpiñán y alrededores los que la cruzan para intimar con prostitutas.

Pero esa es otra historia. Y la de los españolitos de a pie de los primeros setenta y El último tango en París de Bertolucci, con Marlon Brando y María Schneider retozando en un apartamento parisino ya tiene bastante recorrido... en autobús. «Autocares chárter Costa Brava-Perpiñán para ver El último tango en París». Así titulaba La Voz en abril de 1973 una crónica que ponía cifras a la fiebre: en solo tres meses más de setenta y cinco mil españoles habían comprado su entrada para asistir a la proyección del filme en los cines de la localidad francesa.

Ya se sabe, la fruta prohibida siempre parece más apetecible. Y en la España oficial películas como esta, La naranja mecánica (Stanley Kubrick) o La gran comilona (Marco Ferreri) estaban marcadas con una enorme cruz roja. El periodista Francisco Umbral, que con los años se convertiría por cierto en un gran amigo de Ágata Lys cuando esta era una de las grandes musas del destape, se mostraba así de socarrón en una de sus colaboraciones diarias en nuestro periódico: «Ver el último tango en Francia es solo un pecado venial».

«Sexo y pornografía»

La primera vez que La Voz habló de El último tango en París, el 30 de diciembre de 1972, la dejaba sentenciada: «La competencia capitalista, explotando el sexo y la pornografía, lleva a estas exhibiciones. Y en Francia no se puede prohibir, pues en eso se basa el sistema», escribía un colaborador desde la capital gala en una crónica que, eso sí, estaba destinada a criticar que una profesora francesa hubiese sido juzgada por distribuir entre sus alumnos una octavilla titulada «Aprendamos a hacer el amor». La censura también tenía sus grietas y, por lo que se ve, en todas partes cocían habas.

Por 450 pesetas, según explicaba el periódico, era posible comprar un viaje de ida y vuelta a Perpiñán o a Biarritz que ya incluía la entrada para la película. Eso, claro, desde Cataluña o el País Vasco. ¿Pero qué pasaba en Galicia? Una escapada hasta Francia estaba lejos para las economías medias, pero Portugal muy cerca. Y en el país vecino ya se permitía la proyección de estos filmes. Así que, además de la ya consabida historia de los españoles que viajaban a Perpiñán hay otra mucho menos conocida de los gallegos que lo hacían medio a escondidas al otro lado del Miño.

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La Voz (24 de septiembre de 1974) lo explicaba con una mezcla de sorna y amargura: «No sé si es por culpa del subdesarrollo y el atraso, que cuando los gallegos comienzan a viajar a Portugal para ver El último tango en París, los catalanes siguen viajando a Perpiñán para ver Emmanuelle, porque el famoso tango quedó ya más que trasnochado para ellos». Y apostillaba el periodista: «Claro que España es país de paradojas. Yo estaba la otra noche viendo en un local madrileño un espectáculo al lado del cual el Tango y Emmanuelle parecerían una película de Walt Disney».

Luego, ya sabemos, llegaría Ágata Lys con Sex o no sex y se descorcharía sin disimulos tanta pasión reprimida. Pero hasta Ágata acabaría dejando atrás aquello para irse con Mario Camus y Carlos Saura. Toda fiebre tiene su fin, como los vestidos sexis de la Pedroche dedicada ahora a homenajear a diseñadores del pasado.

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