El director italiano ofrece por sexta vez el recital más célebre del mundo, con la Filarmónica de Viena, que se celebrará sin público
30 dic 2020 . Actualizado a las 09:15 h.El escritor Ramón Andrés, autor de uno de los mejores libros que se han publicado este año, Filosofía y consuelo de la música, explica cómo «nuestros antepasados ya sabían que la música sanaba y atemperaba el desánimo y los sentimientos de melancolía. Los egipcios, los caldeos, y más tarde los pitagóricos, curaban con el canto y el acompañamiento de un instrumento. Dedujeron que ciertos ritmos y determinados tonos cambiaban el comportamiento del que escuchaba, estimulaban o apaciguaban el carácter, invitaban al cuerpo a desentumecerse, a desvanecer el miedo, a recobrar el equilibrio».
De entre todas las orquestas, ninguna como la Filarmónica de Viena ha tenido claro desde el inicio de la pandemia su deber al contribuir en la búsqueda de ese remedio para el alma que, como bien indica Andrés en su obra, nos acompaña casi desde el principio de los tiempos. Fueron los filarmónicos lo primeros en ofrecer conciertos ya con público en el mes de junio, después salieron de gira hasta Japón, no faltaron a sus compromisos con el Festival de Salzburgo (donde en verano ofrecieron hasta 21 actuaciones) e incluso se presentaron en el foso de la célebre ópera de la ciudad ofreciendo numerosas representaciones con algunos de los mejores cantantes de hoy. En septiembre, el barítono español Carlos Álvarez viajó desde A Coruña hasta la capital austríaca para cantar allí varias funciones de La hija del regimiento de Donizetti. Sin ningún incidente, sin contratiempo alguno.
Por eso solo la orden de las autoridades austríacas, seguramente debida al recrudecimiento de esta fatídica segunda ola de la pandemia, y no el ánimo y la intención de la orquesta, es lo que impedirá ahora que este viernes el público pueda acudir -como ha hecho siempre- al tradicional Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena. La cita queda únicamente reservada para los potenciales espectadores que, en más de noventa países, lo seguirán por televisión: se estima una audiencia de más de 50 millones.
Del vals, rey de estos conciertos, se temía su «peligro sexual»; los moralistas del momento condenaban el contacto corporal entre los bailarines que Flaubert describió tan bien en uno de los pasajes más sensuales de su Madame Bovary. Cuando por fin llegue el momento que se anuncia desde el título de Voces de primavera, una de las piezas mayores que sonarán esta vez, quizá habrán vuelto ya los abrazos en libertad; mientras, queda seguir conquistando estos breves espacios a los que ahora se ve arrinconada la cultura, como si se tratara de un entretenimiento más del que es posible prescindir para continuar fabricando seres humanos incompletos, autómatas amnésicos.
Riccardo Muti, que ha reivindicado siempre el poder transformador de la cultura, el humanismo de raíz europea que los políticos actuales parecen haber olvidado, no dudó un instante en mantener el compromiso de ofrecer su sexta comparecencia, aunque esta vez los aplausos en la Sala Dorada deban ser virtuales.
Daniel Froschauer, uno de los responsables de esta orquesta, prodigio de la autogestión, ha señalado el motivo de la elección: permitirle una vez más al ya casi octogenario maestro napolitano «hacer que sonemos más bonito». Que algo del azul del Mediterráneo se pueda colar entre el gris plomizo que estos días preside el Danubio.
Viernes 1 de enero, a las 11.15 horas
El Concierto de Año Nuevo, que dirige Riccardo Muti, se celebrará sin público en la sala. Pero los televidentes podrán disfrutarlo como siempre. En España, se mantiene en TVE. El viernes 1 de enero, a partir de las 11.15 horas, lo emiten La 1, TVE Internacional, Radio Nacional, Radio Clásica, Radio 5, Radio Exterior y RTVE.es