Jesús, entre el mito y el hombre

Xesús Fraga
Xesús Fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Cristo de la Paciencia de Santiago
Cristo de la Paciencia de Santiago XOAN A. SOLER

Xulio López Valcárcel y Félix Caballero publican sendos libros en los que indagan en diversos aspectos como la construcción del cristianismo o la perspectiva del humor

20 abr 2019 . Actualizado a las 21:46 h.

Termina una Semana Santa en la que, como desde hace siglos, las miradas han estado puestas sobre la pasión y resurrección de Jesús, revivida en efigies, procesiones o música como la de Bach. Son las manifestaciones visibles del culto y atención que concita una figura histórica sujeta a interpretaciones y análisis. Dos libros de reciente publicación aportan sus perspectivas sobre Cristo: Félix Caballero Wangüemert lo contempla con la lente del humor en Jesús, humorista, mientras que Xulio López Valcárcel entrega A invención dun Deus. Xesús de Nazaret (Laiovento).

Valcárcel (Lugo, 1953) sigue con este tomo al publicado en el 2017 y subtitulado De predicador a Mesías. Su nuevo libro lleva otro subtítulo, A configuración do mito. De Mesías a Deus, y en él observa la «progresiva sublimación» de Jesús: «De artesán a predicador, de predicador a mesías, de mesías a mito, de mito a Deus». Se trata de una inventio -como también se hizo en torno al apóstol Santiago- en la que los rasgos más terrenales de Jesús se olvidan o se ponen al servicio de una visión que lo convierte en el hijo de Dios. «Xesús morre arredor do ano 30 e o primeiro texto que fala da Resurrección é a primeira carta de Paulo aos corintios (54-58 d. C.), moitos anos máis tarde. E non é ata o concilio de Nicea, tres séculos despois, cando se establece que Xesús é Deus», explica. Se configura entonces un relato clave sobre el que se construye el cristianismo y que llega hasta nuestros días.

Un relato en el que Valcárcel atribuye una responsabilidad crucial a Pablo de Tarso: «Sobre o mito local dun mesías liberador da opresión estranxeira e sobre a realidade histórica da crucifixión de Xesús, Paulo crea, inventa, un Mesías que non é un simple predicador galileo, senón o mesmo Deus encarnado que acepta a morte para salvar a humanidade», describe el escritor sobre un proceso que se decantando y afianzando con el tiempo.

Ese relato también serán los cimientos que permitirá al cristianismo alcanzar una posición hegemónica. «Cales foron as razóns para o triunfo do cristianismo?», se pregunta Valcárcel. «Ademais dos valores intrínsecos (a comprensión, a solidariedade...) houbo outros de carácter social (como a integración da muller e das clases sometidas), teolóxicos (ao prometer a salvación eterna) e políticos: o Imperio romano precisaba dun elemento unificador para cohesionar toda aquela dispersión de etnias, culturas, costumes e credos distintos. Ese labor fíxoo o cristianismo co decreto de Teodosio», responde. Son valores que han acabado por impregnar «a vida moral, cultural e social de Occidente», afirma el autor. «De levalos a ramo, farían a vida máis sinxela e o mundo máis fermoso e máis xusto». 

Viaje intelectual y personal

Para Valcárcel, ambos libros han supuesto un viaje intelectual y personal de diez años. Visitó los escenarios de la vida de Jesús, resultado de una curiosidad que posiblemente se remonta a su infancia, cuando escuchaba a su abuelo decir «Deus non o pode todo». «Si, meu avó formulábao dicindo que non podía facer un círculo cadrado nin un triángulo de catro lados. Mais tampouco evitar o que xa sucedeu. O verdadeiro problema xurde co vello dilema entre omnipotencia e bondade: ‘Se Deus prevé o mal e non trata de evitalo, carece de bondade; se fai canto pode e non é capaz, non é todopoderoso’».

Un viaje que ha resultado en dos libros, más de 600 páginas. «Sería pretencioso pola miña parte afirmar que resolvín o enigma do Nazareno. Fixen un libro honesto, coa busca da verdade como único obxectivo. E que, con independencia das crenzas de cada quen (que obviamente comprendo e respecto) calquera persoa interesada na figura real de Xesús atopará nestas páxinas unha resposta clara, razoada e documentada».

El humorismo comprensivo frente a la sátira cruel

«¿Fue Jesús un humorista?», es la pregunta que se formuló Félix Caballero Wangüemert (Logroño, 1967) y a cuya respuesta ha dedicado las más de 300 páginas de Jesús, humorista. Comicidad, humorismo y sátira en los Evangelios (a la venta solo en Amazon). La respuesta breve es afirmativa: «Seguro, si por humorista entendemos a aquel que posee un profundo sentido del humor y es capaz de usarlo para hacer frente a las vicisitudes de la vida».

Caballero, afincado en Galicia desde hace treinta años, no solo acude a los Evangelios y a los trabajos tan diversos de teólogos como Joseph Ratzinger o Xabier Pikaza, sino también a clásicos como O segredo do humor, de Celestino Fernández de la Vega. De este último toma esa definición de humorismo que también halla en Jesús: «Un esfuerzo por comprender y responder con sentido -sin perder la cabeza- a una situación conflictiva que se mueve en un horizonte de tragedia y comicidad, y que se traduce en la sonrisa en vez de la risa».

Aunque los Evangelios especifican que Jesús lloró pero no mencionan risa ninguna, Caballero está convencido de que sí rio y, desde luego, sonrió: «Es absurdo pensar que no lo hizo». El humor es un rasgo profundamente humano, pero también se trata de un atributo divino, ya que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Y, más allá de características terrenales, el autor cifra la clave del humorismo de Jesús precisamente en el tipo de mesianismo que encarna y la incapacidad de sus discípulos y de los judíos para entenderlo: «Ellos esperan un Mesías político y militar, glorioso e inmediato, que ponga fin a la dominación romana. Esto obliga a Jesús a realizar un esfuerzo comprensivo y humorístico para no desesperarse».

Esta comprensión benévola de sus seguidores será fuente de ese humorismo, pero Jesús hizo gala de más variedades del humor. La ironía, por ejemplo, con la que responde a las trampas de los fariseos: el humor como autodefensa, un rasgo que muchas veces se ha atribuido al humor gallego. Es una manifestación que también tiene su reverso cruel en los Evangelios, la sátira con la que los enemigos de Jesús lo atacan. Para Caballero, la Pasión supone la culminación de este humorismo, una «revelación» que tuvo a medida que avanzaba en su libro: un Dios todopoderoso en la mayor vulnerabilidad, capaz de la proeza de reírse de sí mismo, la cima del humor.