Tampoco es para tanto

Miguel Anxo Fernández

CULTURA

«Lion» simplemente es un drama canónico con excesivas concesiones al gran público y muy medido para ganarse el corazón de esos académicos que se pegan la gran vida de jubilados en California

05 feb 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Más allá de que la historia, real, tiene su punto, y que Dev Patel aprovecha ese bombón para comérselo, Lion simplemente es un drama canónico con excesivas concesiones al gran público y muy medido para ganarse el corazón de esos académicos que se pegan la gran vida de jubilados en California. Que les recuerden lo mal repartida que está la riqueza en el mundo, y que hay gente pasándolas canutas, pueden tolerarlo una vez al año: cuando toque votar para los Óscar. Pero más no. Añadamos, en un ejercicio de realismo, otros lo llamarían cinismo, que el trabajo del australiano Garth Davis -forjado en el mundo de la publicidad y fogueado en episodios para series televisivas- acabará primero en el prime time televisivo familiar y después pasará a la sobremesa. Ya puestos a seguir con la rebarbadora, el guion parte el filme en dos: una primera hora lograda, e incluso notable, y una segunda que se desliza por la pendiente del tópico. Otra cosa: Nicole Kidman, en la cinta, 25 años después, está igual que cuando recoge al niño. Ya le vale.

Davis adapta la autobiografía de Sarco Brierley, un niño que, con cinco años, fue sacado de su pobreza en las calles de Calcuta, por un matrimonio australiano cuando las autoridades agotaron la búsqueda de su madre. Ya convertido en un cualificado joven universitario, se propone localizar a su familia biológica, con la ayuda del Google Earth. Realmente sus recuerdos nunca le abandonaron, pero el contacto con varios amigos indios reaviva la búsqueda de sus raíces. Como no podía ser menos, la producción es de diez, tanto en localizaciones como en el tono de la fotografía y el uso de la música, pero al mismo tiempo impregna la trama de un suave buenismo que cuesta creérselo. Admitido lo dicho, el público deja la sala satisfecho, también porque, en los rótulos finales, la película descubre sus intenciones aleccionadoras en pro de los niños abandonados del mundo, incluyendo imágenes reales del reencuentro. Nos han vendido una especie de fábula que además te deja con una sonrisa en la boca.