José Mahía, el último de una estirpe: «O batán o que dá agora é traballo»

VILASANTAR

Marcos Míguez

Conserva en su propiedad de Mezonzo, en Vilasantar, un antiguo batán, que dejó de abatanar cobertores de lana hace 69 años, pero que mantiene como memoria de un oficio que se perderá con él

24 may 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

José Mahía, Pepe do batán, es a sus 85 años un gran contador de historias y también memoria viva y activa de un pasado ligado a completar el trabajo que se hacía en el telar. En Vilasantar, explica, llegó a haber «unha ducia de tecelás», pero ese mundo fue desapareciendo con la llegada de otros tejidos y en 1954 el batán, en el que también trabajaba su hermano, se paró. Supuso truncar una historia que entronca el trabajo de su familia con unas labores impulsadas desde el antiguo monasterio de Mezonzo, al menos, desde el año 950. Con una ayuda de la Diputación, este artilugio con dos grandes mazos de madera que baten en una cuba y que había quedado abandonado se restauró en el 2000 y permite ahora a Pepe ofrecer una clase práctica a quien se lo pida.

Desde su casa en Mezonzo hay que descender varios tramos de escaleras para llegar al batán, que acaba de estrenar una «roda», que se mueve con la caída del agua del río Gándara en sus cucharas. Un simple empujón con una vara lo activa. Ahora el Gándara baja caudaloso y su ruido casi complica la explicación, pero no siempre es así y Pepe relata que el batán, cuyos ingresos eran un complemento a su trabajo como ganaderos, funcionaba poco más de tres meses, de marzo a mediados de junio. «Cando había auga e ademais as mantas secábanse no verán, que no inverno non o fan. Para secar unha manta fai falta ben unha semana de bo tempo», precisa.

Pepe habla de los lenzos de los cobertores y de las varas, la medida de la época, para este tipo de prendas. Cuando el batán dejó de funcionar el precio por abatanar una manta, un proceso que podían llevar entre 24 y 30 horas para que quedaran tupidas y soltaran el pelo, era de 12 pesetas. «Encollían o 50 %», explica, al mismo tiempo que muestra el canalón que transportaba el agua para que las mantas estuvieran siempre mojadas durante la operación.

Su trabajo no se ceñía a Vilasantar. «As mantas viñan a súa maioría de lonxe, da zona de Ordes, de Frades e Mesía. Se cadraba un domingo xuntábanse no curral 14 ou 15 bestas», rememora. «O batán agora o que dá é traballo e gasto, a min isto non me da nada, o que tira é o turismo», sentencia, al mismo tiempo que reconoce que el Concello ayudó a renovar la cubierta y la roda. «Aquí xa non había quen fixera isto, hai moito ordenador e moita cousa moderna, pero para traballar houbo que traer un carpinteiro de ribeira de Cabana, Martín Senande», comenta, reconociendo que tampoco tiene él, en su familia, quien coja su testigo.

Ese pragmatismo no le impide que siga ampliando el atractivo de lo que ya denomina como conjunto etnográfico. Ha completado estos días un área recreativa con mesas para unas 30 personas y un par de columpios junto al río y a un molino, en perfecto estado, también de su propiedad. Sin embargo, reconoce, que la tarea más ardua ha sido un puente de madera para que los que hacen la ruta de senderismo puedan sacar entera la imagen de la cascada, que antes solo era posible si se adentraban en el río.

Propiedad privada

El acceso al complejo etnográfico es gratuito, pero hay cepillos para colaborar en su mantenimiento

Ponerlo a funcionar cuesta 10 euros